Sumario

FUNDAMENTOS ANTOLÓGICOS DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS
Buenos Aires 1987
Miguel O. Menassa

Poesía y psicoanálisis (I)
Poesía y psicoanálisis (II)
Poesía y psicoanálisis (III)
 
Sobre el dolor
Relaciones de pareja. La triplicidad del partenaire
El Complejo de Edipo y su relación con la personalidad (II)
Si no quisiéramos educar tanto, seríamos mejores maestros
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes: 4 movimientos colectivos
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Observaciones sobre "El amor de transferencia" 1914 (1915) (II)
Descargar nº 130
en PDF

Escribo a pedido de una revista lacaniana un trabajo sobre perversiones, que titulo Perversión o la muerte de la palabra, que una vez escrito, no sé muy bien por qué tontos motivos, fue rechazado por los dueños de la revista. Texto éste que publicado en el 78 en Madrid, acompañado de otro texto titulado Psicoanálisis del amor, es reconocido a doce años de haber sido escrito y a diez de haber sido publicado, por los organizadores del Congreso que nos reúne, como el acto de escritura que inaugura el campo específico del Grupo Cero: Poesía y Psicoanálisis.

En agosto de 1976, todavía, en Buenos Aires, se presenta el libro de poemas Afrotiki de María Chévez, que tiene como gracia haber sido la primera mujer que publicó en la Editorial Grupo Cero Buenos Aires y, luego, se decide zarpar. Algunos a España, otros a Colombia, otros a Israel. En esa oportunidad escribo y luego leo La carta del Adiós, que decía más o menos así:

Perseguido por todos los universos
más que Satanás, distinto de Dios,
enfriaré con mi maldad
los fuegos sagrados del infierno
y encenderé pasiones
allí donde la luz del bien refleje en mi mirada.

Diferente entre ángeles, superior entre demonios, no tendré paz.

Elijo partir por los caminos
donde anidan los corazones que saben del amor.
La poesía nos acompaña.
Águilas marinas y dorados cóndores guían nuestro paso.
Llevamos con nosotros la lepra. El que no se contagia,
ciega su ser frente al escándalo de la carne.
Buscamos el sonido impenetrable del tiempo,
nuestro destino: la palabra.

Sólo me debo a ti, diosa enamorada. Esta vez, en esta oportunidad te trataré como se tratan, en los grandes templos, las grandes señoras.

Escribiré tu nombre en páginas de seda.

Me uniré a mil cuerpos, si es preciso, para que su voz, señora, disponga de la carne suficiente para lanzarse, sin más, en busca del vacío de la muerte, la mano negra del futuro.

Y si algún día hace falta descansar, descansaremos.

Haremos ejercicios respiratorios y, luego, dormiremos entre soles hambrientos de soledad y noche.

Habrá misterios en nuestros sueños y al despertar tocarás el teclado del goce y de la muerte, sólo para mí.

¡Bestia enamorada! ¡Bestia enamorada! Te haré tan alta, te escribiré tan profundo, que ya nadie podrá tocarte hasta el siglo que viene.

A veces, lo reconozco te inquietan mis ambiciones y, sin embargo, bestia enamorada de mi cadencia, tu amor querrá que seas toda mía. Condenada por amor a ser inmortal entre mis versos, ya no podrás huir. Y cuando alguien te pregunte ¿qué haces aquí parada en el centro de mi vida? tú contestarás: No hay vida sin mí, por eso soy el centro de todo lo que ama. Por eso soy el centro de toda libertad.

El mundo se desploma, se hunde irremediablemente en el dolor. Deseo y plusvalía aman el corazón de la serpiente.

Reencuentros taciturnos en brazos de la nada, eso fue todo el siglo:

Mientras pensábamos en cuidar el pan, nos quitaban el alma.
Hubo gritos y muertes y despedazamientos y todo fue inútil: mientras pensábamos en cuidar el alma, nos quitaban el pan.

Poesía, Poeta, me ordenaban y, luego
cuando escribía versos o producía amor,
disparaban sin piedad, feroces armas,
contra la blanca paloma de la paz.

Yo soy la pluma que queda de esa historia,
un canto mal parido entre los muertos,
el trozo de verdad que viene de la carne,
la paloma inerte y despedazada
de paz, amor y libertad.

Estoy en mí, estoy en mí, desesperado soldado de la muerte.
Estoy en mí y me ahogo. Mí, me ahoga. Mí, siempre es los aullidos de mi muerte, en mí, la muerte se hace privada (quitada a la circulación). Ahí, en mí, es donde le pongo a un pedazo inocente de muerte en general, la semilla fatal de mi nombre, la señal de lo que me ha sido transmitido para transmitir:

El hombre vuela, se hace nostalgia, vuela.

No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.

Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.

Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.

Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida.

Soy la pequeña luz que vuelve de la muerte. El pequeño canto animal de las estrellas, el pájaro maldito que morirá cantando.

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D1811)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D1809)

Y en diciembre de 1976, seis meses después de haber llegado a Madrid y para ahondar la rajadura escribo CARTA PARA LAS FIESTAS DE FIN DE AÑO, que intentaré, ahora, condensar en un poema:

Palabra a palabra construiré un imperio.
Soy un ser aislado, suspendido entre signos de puntuación.
Un sereno juglar de la belleza oculta, de los bienes perdidos.

Alma me dicen y mi congoja llega hasta los límites del mar.
Amor me dicen y se desgarra mi tierra en terremotos, caídas.

Soy un ser enamorado del pedazo de pan que me llevo a la boca.
Un solitario ser, amante del crujido del pan entre mis dientes.
Paz me dijeron y estalló frente a mí, la guerra, la vergüenza.
Paz, gritaban, mientras le cortaban las manos al cantor, al viento.

Soy mi Tristán, la Isolda, el ser vivo del otro, la vieja soledad.
Esa vieja costumbre de saber recorrerme sin violencia, sin Dios.
Un punto en el centro del corazón, una coma colgando de los labios.

¡Libertad! Me gritaron. ¡Trabajo! me gritaron y libertad.
Fue divertido ver cómo se ataban hasta inmovilizarse.
Me agarré los huevos con las dos manos y zarpé.

Y aquí dejo la sencuencia, ya que todo el material siguiente está a vuestra disposición y vosotros mismos podéis sacar vuestras propias conclusiones. Pero aún y tratando de afirmarme en mi decir, intentaré una versión escrita de lo que fueron mis primeros tiempos en Madrid.

Poco a poco voy estabilizando las cien mil relaciones que me fueron ofrecidas (al llegar a Madrid), en dos o tres personas; quiero decir que, más que un camino lleno de aventuras, elijo el camino radiante, y por eso, intransitable de la poesía. Donde todo deja de ser lo que es. Los nombres propios son sólo palabras de unión y los sentimientos se transforman, aunque parezca mentira, también en palabras. El cielo para la poesía no tiene contenido, sino simplemente cinco letras y queda bien cada vez que la frase necesite para continuar, una palabra de dos sílabas.

No estoy maravillado con mi vida.

Estoy arteramente sorprendido por mi vida.

Como si hubiese vivido para otros y, ahora, no sé qué hacer con todo ese vivir que nadie quiere.

Bienaventurados los pobres de espíritu, me decía, porque de ellos será el reino de los cielos y resultaba que los pobres de espíritu eran generalmente los peores. Perros hambrientos de pobreza fatal, sin espíritu.

Algún día la vida va a cambiar y me lo digo cada vez y cada vez que me derrumbo, no me derrumbo porque sé, que la vida va a cambiar.

Antropófago de las horas libres, en mí vive el horror.

Muerte.

No quiero maldecirte porque otros te han mandecido y en mi locura por no hacer lo hecho, amada muerte, te bendigo. Reino a tu lado exactamente en mi provecho nuevas sombras de amor.

Soy un gusano vil, tratando de arrancarse el pellejo,
que por otra parte, todo el pellejo es él.

Bienamada, te brindo este poema maltratado por el oro y la lujuria de comer y beber.

Te brindo este poema como se brindan sémenes oscuros.
Cristales y opalinas relucientes en la propia casa de la muerte.

Aquí estoy amada, con la muerte, construyendo un amor que nadie pudo.

Atado por mis vicios a sórdidas cadenas,
soy el topo maligno que escarba por las noches los secretos del mar.

Tratando de llegar y detenerme, tratando de ocultarme para no ser el vuelo de los pájaros...

Estoy cansado de bucear para adentro.
Inmóvil.
Apresado por la falta de cielo
de tanto bucear para abajo.

Del brazo de la muerte llego por fin a la ciudad. La ropa raída por las excavaciones, la vista cegada por el polvo marino y las circunstancias. Y sé, también, que otras injusticias han caído sobre mis ojos para cegarlos en mi ausencia.

Con los ojos raídos, entonces,
con las manos atadas a la espalda por las dictaduras.

Habitante del sur, tengo las piernas cortadas por las democracias y te lo digo, hoy llegué a la ciudad y vine acompañado por la muerte. Me sentaré a la mesa de un bar céntrico y esperaré que todo se destruya, después elegiré entre los escombros las piedras fundamentales de mis versos.

Comenzaré diciendo:

Europa habrá de morir entre mis brazos, entre los sonidos, de mis pequeñas, garras latinas.

A solas con la muerte en plena llanura nacarada,
soy el jinete muerto que galopa y, también, el impacto fatal sobre el jinete. Soy el caballo negro que galopa y el amor abierto a las latitudes de la locura, a lo simplemente desconocido.

(sigue...)

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO