Sumario

FUNDAMENTOS ANTOLÓGICOS DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS
Buenos Aires 1987
Miguel O. Menassa

Poesía y psicoanálisis (I)
Poesía y psicoanálisis (II)
Poesía y psicoanálisis (III)
 
Sobre el dolor
Relaciones de pareja. La triplicidad del partenaire
El Complejo de Edipo y su relación con la personalidad (II)
Si no quisiéramos educar tanto, seríamos mejores maestros
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes: 4 movimientos colectivos
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Observaciones sobre "El amor de transferencia" 1914 (1915) (II)
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RELACIONES DE PAREJA.
La triplicidad del partenaire

El otro tiene la complejidad de ser para nosotros objeto de amor, objeto de deseo y objeto de goce, cuando reduzco esa triplicidad a una única vertiente del objeto, cuando la anulo, es cuando empiezan los problemas de pareja.

Nuestro objeto amoroso, el otro, es contingente, es decir, es ese, pero podría haber sido cualquier otro. Necesitamos amar, es el ejercicio del verbo amar lo que es necesario, no el otro, cuando hacemos al otro necesario, se fija el deseo, se detiene en un objeto, y el deseo necesita errar.

La necesidad no es más amor, como suelen pensar algunos, que cuanto más se necesita al otro más se lo ama, es necesidad y no es cierto que necesitemos al otro, necesitamos amar, lo que nos da energía, lo que incrementa nuestra autoestimación, es amar, porque ser amado es quedar a merced del otro: si él/ella me ama, todo el mundo es bueno, y si no me ama, todo el mundo es malo, pero amar es otra dimensión que la de ser amado. Cuando quiero ser amado además, lo quiero de una manera concreta, a mi manera, podríamos decir, y todo lo que no coincida con eso, me va a hacer sentir frustración, voy de desamada, de desamado por la vida, en cuanto que el otro hace algo que no concuerda con mi ideal de amor.

En realidad un sujeto tendría que poder las dos cosas, las dos posiciones: amar y ser amado, porque también esa es otra problemática: no todo el mundo se deja amar. La pretensión es ser amado, la exigencia es ser amado, pero luego no se dejan amar. También le tendría que poder agradecer al otro que se deje amar y que de esa forma nos permita ejercer el verbo amar, nos permita amar. Un buen amante encuentra siempre alguien a quien amar.

Ni siquiera el pecho materno es solo objeto de necesidad, inaugura el goce de la boca y es también objeto de deseo y objeto de amor. Pero es ese nivel de necesidad de ser alimentado en el que se pone el sujeto cuando hace necesario al objeto. Se establece una relación que es más de dependencia del otro que de amor. Si transformo al otro en necesario, se trata de una madre con su hijo en ese estado de precariedad donde él necesita de ella el alimento y sino, muere. Son esas parejas que tienen que hacer todo juntos, donde, generalmente uno de ellos, no puede separarse del otro o se angustia cuando la realidad le lleva inexorablemente a separarse.

Si lo reduzco a objeto de deseo, sólo lo puedo desear, no puedo amarlo. Son hombres que no pueden amar a la mujer que desean ni pueden desear a la mujer que aman. Tienen un objeto que es exclusivamente objeto de amor y otro objeto que es exclusivamente objeto de deseo. Con las mujeres que aman, son impotentes, no pueden desearlas.

Hay muchas parejas que llegan a consultar porque después de haber vivido juntos 20-30 años, uno de los dos ha dejado, en apariencia repentinamente, de amar al otro, esa es la frase con la que se presentan. Esa frase pronunciada por alguno de los miembros de la pareja, instala el temor a la ruptura de la relación, hiere el narcisismo, es como una verdadera bomba. El amor no es un sentimiento, es un trabajo, pero la gente cree que el amor se siente y entonces van por ahí creyendo que eso que sienten es la verdad. Los senti-mientos son sentires mentirosos. Es como contarle al otro un sueño soñado la noche anterior como si fuera una realidad. Él se levanta un día y siente que ya no la ama y no se le ocurre mejor idea que decírselo, pero ¿no sería más correcto contárselo a su psicoanalista?, porque eso seguro que no es lo que le pasa, si lo dice, es otra cosa lo que le pasa. Pero ahí ya tiró la bomba, la frase bomba ¿hay algo peor que decirle a ella que no la amas, cuando ella tiene una forma de amar predominantemente narcisista, ella necesita ser amada? Sí, hay algo peor, o al menos igual de terrible: decirle a él que no lo deseas, y sin embargo, ella y él molestándose con esas cosas todo el tiempo. Parece que ella lo único que quiere es ser amada, y él lo único que no le da es amor, y él le pide a ella que lo desee, y ella nada.

En ocasiones, este cese aparentemente repentino del sentimiento amoroso, es porque era el síntoma el que los unía. Por ejemplo: ella una frígida, siempre en el juego del amor cortés, donde ella es la dama inmóvil y él el caballero que la ama, ella mujer objeto, sin deseo, él es el que la desea, la persigue, la busca, ella lo rechaza más o menos amablemente, de vez en cuando cede "por piedad". Se deja amar, llega un día que él ya no puede soportar más que ella no desee. Él le reclama a ella que lo desee. Y después de 30 años, ya no pueden vivir más así. Mientras los unía el síntoma, permanecían unidos por él, pero cuando uno de los renuncia al goce mezquino del síntoma, "se cura de ese síntoma", podríamos decir, se acaba eso que llamaban amor. Estaban unidos por el síntoma, no por el amor.

Alejandra Menassa de Lucia
Psicoanalista.
Médico Especialista en Medicina Interna

653 903 233
alejandramenassa@live.com
www.alejandramenassa.com

 

EL COMPLEJO DE EDIPO
Y SU RELACIÓN
CON LA PERSONALIDAD

II

-LA DISOLUCIÓN DEL COMPLEJO DE EDIPO-


Podemos decir que el Complejo de Edipo es el fenómeno central del temprano periodo sexual infantil. Pero tan importante como el Complejo de Edipo en sí, es lo que llamamos su disolución.

Dicha disolución puede ser atribuida a las decepciones dolorosas sufridas por el sujeto. La niña que se cree objeto preferente del amor de su padre recibe un día una dura corrección por parte de éste y se ve expulsada de su feliz paraíso. El niño que considera a su madre como propiedad exclusiva suya, la ve orientar de repente su cariño y sus cuidados hacia un nuevo hermanito. Pero en aquellos casos donde estos sucesos no se producen, la ausencia de la satisfacción deseada aparta al niño enamorado de su inclinación.

Aunque también consideraremos que, tarde o temprano, el complejo de Edipo tiene que desaparecer porque llega el momento de su disolución, así como caen los dientes de leche cuando comienzan a formarse los definitivos. El Complejo de Edipo habrá de desaparecer, al iniciarse la fase siguiente del desarrollo.

La madre es el primer objeto de amor del niño. El amor al que nos referimos es aquel cuyas tendencias psíquicas del deseo sexual pasan a ocupar el primer plano, mientras que las exigencias corporales o sexuales, que forman la base de este instinto, se hallan reprimidas o momentáneamente olvidadas.

A esta elección que hace el niño de la madre, objeto de amor, se enlaza todo aquello que se reúne bajo el nombre de "complejo de Edipo".

Antes del periodo de latencia, el Complejo de Edipo nos revela, que el pequeño hombrecito quiere tener a la madre para sí solo, que la presencia del padre le contraría; se enfurruña cuando el mismo da a la madre muestras de ternura y no esconde su satisfacción cuando su progenitor se halla ausente o se va de viaje. A veces, llega incluso a expresar de viva voz sus sentimientos y promete a la madre casarse con ella.

Para la niña es casi idéntico proceso. La tierna tendencia por el padre, la necesidad de apartar a la madre, cuya presencia es considerada como molesta, y una coquetería que dispone ya de todas las sutilezas femeninas, forman en la niña un cuadro encantador que nos hace olvidar la gravedad y las peligrosas consecuencias posibles de esta situación infantil.
El primer objeto sobre el que se concentra el deseo sexual del hombre es siempre de naturaleza incestuosa -la madre o la hermana-, y solamente a fuerza de severísimas prohibiciones es como se consigue reprimir esta inclinación infantil.

En la época de la pubertad, cuando el instinto sexual se afirma con toda su energía, reaparece la antigua elección incestuosa de objeto. La elección infantil de objeto no fue más que un tímido preludio de la que luego se realiza en la pubertad. Durante esta fase se desarrollan procesos afectivos de una gran intensidad, correspondientes al complejo de Edipo o a una reacción contra él; pero las premisas de estos procesos quedan sustraídas, en su mayor parte, a la conciencia, por su carácter inconfesable.

Más tarde, a partir de esta época, el individuo humano se halla ante la gran labor de desligarse de sus padres, y solamente después de haber llevado a cabo esta labor podrá cesar de ser un niño y convertirse en miembro de la comunidad social.

La labor del púber consiste en desligar de su madre sus deseos libidinosos, haciéndolos recaer sobre un objeto real no incestuoso, también ha de reconciliarse con el padre, si ha conservado contra él alguna hostilidad, o emanciparse de su tiranía cuando por reacción contra su infantil rebelión se ha convertido en un sumiso esclavo del mismo.

Es ésta una labor que se impone a todos y cada uno de los hombres, pero que sólo en muy raros casos consigue alcanzar un término ideal; esto es, desarrollarse de un modo perfecto, tanto psicológica como socialmente.

Magdalena Salamanca
Psicoanalista
630 070 253
magdalenasalamanca@gmail.com
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1 dibujo diario
1 cuadro semanal

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D1807)
LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO