Sumario
Por Amelia Díez Cuesta
Por Norma Menassa
Por Alejandra Menassa
Medicina Psicosomática
Breve historia de la medicina
 
El cuidado de los enfermos
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes: La re-evolución freudiana
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Inhibición, Síntoma y Angustia (1925-6) (IV)
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Presentación del libro

TU CUERPO ES EL AMOR

de Miguel Oscar Menassa
el viernes, 25 de mayo de 2012 en Grupo Cero

Por Amelia Díez Cuesta

En un momento determinado la pintura además de tomar forma de mural se encuadró en un cuadro, lo mismo ocurrió con la escritura que pasó del pergamino a encuadernarse en un libro, esto les permitió transformarse en mercancía. Y hacerse mercancía es lo que hace posible la circulación. Un libro es su posibilidad de circular entre lectores.

Un libro es también una máquina especial. Un coche es una máquina, aunque no lo es menos un triángulo o un nudo topológico, la escritura en sí misma no deja de ser una máquina. No es lo mismo una máquina eléctrica, que una máquina electrónica, o bien una máquina cibernética, sabemos que las primeras máquinas capaces de funcionar solas fueron los relojes, curiosamente un tipo de máquina que permite contar el tiempo, sin saber de qué tiempo se trata y ni siquiera de quién es el tiempo. Un libro es una máquina capaz de contar al hombre futuro lo que el hombre de hoy escribe. Y en este libro vemos plegarse y desplegarse las leyes de la constitución del sujeto psíquico y la construcción de un poeta y un psicoanalista.

Es por eso que podemos decir que este libro es una autobiografía psíquica, una biografía que no podrá salir de los límites, no podrá salir de los bordes de lo humano, siendo lo humano aquello que previamente ha sido estructurado en el lenguaje, por eso que la anatomía fisiológica será de la fisiología o la anatomía patológica será de la patología, mientras que la anatomía psíquica será la anatomía propiamente humana: la psique es extensa, el cuerpo habla, habita el lenguaje y el lenguaje es extenso e intenso, nos dice Freud, frente al decir de Kant que habla de un cuerpo sin psique y donde el cuerpo es una extensión determinada. Pasamos de una estética transcendental a una estética del deseo hecho entre significantes, puesto que sabemos que el deseo no es articulable, es del orden de lo indecible, pero está articulado en la estructura significante de la demanda, es dicho entre palabras.

Esta máquina que es este libro habla de manera extensa e intensa de un humano y es para todo humano que esté tocado por la palabra, y no hay humano que no esté tocado por la palabra, porque en cada hombre hay un poeta y el poeta no morirá mientras no muera el último hombre.

Tanto el que escribe como el que lee tienen que pertenecer a la máquina, formar parte de ella, el libro necesita de los pequeños cuerpos temblorosos del escritor y del lector, y mientras no haya escritor no habrá libro y mientras no haya lector el libro no despertará, será un libro dormido.

El tiempo que transcurre y la explosión temporal cruzan su curva dramática y su verdad que se va transformando a ritmo de poesía y psicoanálisis.

Una escritura nueva que señala de un modo definitivo que en este siglo algo ha pasado y donde toda la vida del escritor, su escritura, se pone en juego, y eso es la vida de un creador: una vida para otros.

Vemos cómo la palabra nos va enfermando de humanidad, la palabra va pervirtiendo al salvaje que somos en ese silencio anterior a la palabra: "Tu terror es no poder decir, ese es todo el terror".

Freud plantea un nuevo nivel de objetividad: el nivel del lenguaje. Y la ley del lenguaje nos llega con las estructuras elementales de parentesco, con la ley del significante que transmite la ley de Edipo.

"Perverso o ciego", es necesario elegir entre la perversión de la palabra o la ceguera edípica: "Madre, devuélveme la vista. Madre, el goce fue morir." Y seguimos leyendo: "Cuando mi madre me llamaba, la muerte se abría desmesuradamente ante mí y yo, siempre, me sentía pequeño frente a esa inmensidad negra. Cuando mi padre me llamaba, la ausencia de la muerte en su llamado, me hacía ir a buscarla."

Interpretación a interpretación se va construyendo una infancia desde el momento de concluir, donde todo lo que acontece está teñido de sentido humano.

Pronto se da cuenta que el colosal cuerpo de ella, el brutal y todopoderoso cuerpo de ella, el cuerpo del amor, se derretía con palabras. "A partir de ese momento jugar con las palabras sería su única locura". "Y su madre lo quería de ella y, él, fue de las palabras."

En este libro el mito de la infancia como fantasía colectiva de paraíso terrenal queda tocado por la palabra, estructurado entre significantes. Se muestran la religiosidad inevitable por la que pasa todo niño, y también que los "pensamientos son más grandes que ellos mismos y la muerte acecha constantemente." Hasta que se da cuenta que no se puede volver al pasado, que no se puede volver al cuerpo del amor, al cuerpo de la madre, al amor sin límites, sin la ley del deseo, sin la ley del nombre del padre.

Un tiempo que transcurre entre explosiones temporales, vicisitudes de un niño peleando con su madre, peleando entre ser un pedazo de su madre o tener su propia máquina de gozar, y después el encuentro con las mujeres que ya no serán su madre ni sus hermanas, sino esas desconocidas, todo mirada, "Ella hablaba en un idioma que yo no entendía y que, sin embargo, entendía. O bien creía entender, y que por creer entender, había quedado condenado a vivir de una manera particular. Pendiente de una luz. La luz de sus ojos." Y empieza a clamar por lo que clama todo el mundo: igualdad, libertad y trabajo para todos, pero rompiendo su dialéctica, para que quede incluida la diferencia.

Y leemos: "No quiero la guerra y tampoco quiero la paz, porque la paz siempre es un trozo de la guerra."

"No quiero ni los esclavos, ni los amos. Puestos en libertad los presos, deben ser puestos en libertad los guardias. Si los esclavos consiguen por fin su libertad, que haya, también, para los amos, libertad."

"Que no se vuelva a cometer el error de creer que la transformación de los modos de producción, quiere decir transformación de la ideología."


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2753)

www.grupocero.org

 

Y en el capítulo ANOCHE PARECE QUE ZARPÉ, entre el hombre y el amor, hay la mujer. El encuentro con las mujeres es el protagonista y el sexo del amor nace ante nuestra lectura, mientras que el capítulo TENGO FRÍO vemos la cuestión psíquica del reencuentro con la madre y su necesaria sustitución. El siguiente capítulo UNA HABITACIÓN COMÚN, entre el hombre y la mujer, hay un mundo. Es el encuentro con el mundo, con las conversaciones entre otros, con lo grupal, con la comunidad, con otros hombres como él, y sobre todo el encuentro con el Psicoanálisis.

En el capítulo PREGUNTÉ, POR PREGUNTAR ALGO, la madre de nuevo se vuelve a cruzar en su camino, y una vez más triunfa lo humano.

Y entre el hombre y el mundo, hay un muro, el muro del lenguaje, y lo más permanente del lenguaje: la poesía. Y la elección es entre el amor y la locura, y elige la poesía.

"Entre la vida/ que no me pertenece, el amor/ y la vida que soy/ la locura./ La poesía/ puede llenar/ todo ese vacío."

Y tres poemas puntúan y dan sentido por aprés-coup a todo el libro: Límite uno: el amor. Límite otro: la locura. Y su verdadera pasión: la poesía.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2761)

Por Norma Menassa

El absurdo es aquí lugar de lo imposible. Ya en la portada el despliegue de una bizarría no nos deja olvidar que el poeta va a utilizar no sólo la narrativa, sino que los deslumbramientos de la poesía, como un absoluto, existirán en una pura exterioridad donde la oposición entre el adentro y el afuera o sea entre lo narrativo y lo poético dejan de tener valor. Ya ningún corte separará a la narrativa de la poesía y el infinito será proyectado en el tiempo donde el pasado y el futuro cercano devenidos idénticos, se disolverán para dar paso a un futuro lejano que sólo hablará de las tinieblas de lo incognoscible.

Esa tirada del azar, el autor la pondrá en juego como un azar inaugural en el hecho de su nacimiento, y serán tirados los versos como dados en el final del libro, como broche indisoluble de imposibles por los cuales él se reunirá con el misterio de su propio origen.

Desde el prólogo el verso se traspone en una prosa poética que marca un advenimiento y una partida. "Abril ha llegado, las brujas deben partir, y sin embargo ellas están propiamente en nosotros".

Dolor y clemencia son el grito que hará estallar en su corazón, palabras como granadas, y la guerra habrá comenzado. "Palabras de papá en el corazón, palabras de mamá en el corazón". Y el corazón abre una rajadura donde la paradoja juega con los tiempos, en una especie de transfinito que altera la normalidad del primer paso, y es un presente que huye por los matorrales, sin poder escapar al dolor y a la entre-vista propiedad de lo que como humano marcará su destino. "El niño deberá, para sobrevivir, desviar la mirada, el niño deberá morir mil veces para no morir".

La tragedia inicial se resuelve en una voz que pronuncia: "Serás estas palabras, serás mi nombre, y mientras ella le habla de amor, muestra su cuerpo perforado". Al borde del abismo, entre el desvío del cuerpo de la madre o la ceguera, en medio del dolor y el delirio de fragancias milenarias, resuenan palabras de papá en el corazón que anuncian pequeñas y tibias mutilaciones y el poeta acepta su destino, "El poeta tiene en su sangre los ocasos, tiene en su sangre el tiempo".

Instantes de creación artística, instantes de fecundación que preceden a la concepción de todo el relato posterior del libro. Padre y madre serán sólo la chispa de lo que el autor en soledad mantendrá como el misterio de la engendración. Instante donde las figuras son colocadas como en un sueño y en esa yuxtaposición son sólo presencias de un más allá, donde toda temporalidad queda traspuesta y todo pasado pasa a ser sólo apertura de un presente. "No aparecen escenas extraordinarias, veo, porque de ver se trata, una milimétrica desviación, un fugaz sinsentido de los tonos".

Establecido lo que ya nunca podrá cerrarse, en plena incompletud, una nostalgia lo envuelve en el final de página que lo lleva a escribir:…

"Sin embargo, sólo recuerdo con alegría aquellas palabras que me hablaban de un hombre y tu perfume de violetas".

Y es así como intentando un curriculum nos va a introducir en la magia de una escritura que palabra por palabra irá venciendo el orden cronológico de toda biografía, ahora transformada en acto, que encontrará su ley en esa búsqueda donde todo vuelve a reinscribirse, búsqueda sin hallazgo que implora un límite y que termina cansada, de tanto buscar esa marca original para siempre perdida.

En ese fracaso de la repetición que no cesa, donde nada es idéntico a sí mismo, la desesperanza sufre una degeneración irreductible que el autor pone en acto en esos pasajes donde lo imposible vuelve con una sonrisa a meternos en la magia de lo que algún otro escritor describió como epifanías, lugares donde el encantamiento del corazón como una manifestación de lo sagrado se hace verbo y se encarna en los pasajes por los que el aventurado niño tiene que atravesar en compañía de su madre, de su padre, y de todas las historias familiares que se abren un poco más allá de su mundo conocido y engloban toda la vida que lo rodea.

El humor y la alegría de vivir se hacen presentes reviviendo una infancia donde la sexualidad se impone de manera mágica, como si se tratase de la magia de los cuentos infantiles, pero esta vez de una infancia atormentada por sus cavilaciones.

Hay una visión de lo negro, ahora no ceguera sino agujero con bordes de separación, que acontece cuando la maga lo enfrenta con esa visión de los genitales femeninos, y allí comienza otro destino que lo eyecta hacia otra realidad, donde el delirio se instalará para siempre en forma de imposible.

"Viste el agujero?, Bueno, si lo ves, trata de meter tu cabeza en ese agujero, con todas las fuerzas que te queden, y no podrás y a medida que te vayas dando cuenta de esa imposiblidad, te irás curando. Y en ese no poder irá volviendo la vida a tus entrañas".

En el intervalo que sigue la poesía ocupa su lugar, dando cuenta de que lo imposible tiene una forma de realizarse y otra vez la huida marca un regreso. A partir de allí el espacio comienza a multiplicarse y el recuerdo se mezcla con la sangre derramada en las vías del tranvía, y la muerte se transforma sólo en una ausencia que dice: "A la mañana siguiente no te vi pasar", y la vuelta a casa se hace larga y todo es lejanía.

Con la aparición de la Otra Mujer, Lipuskia, se abre una perspectiva de espejos donde no sólo el espacio y su juego de reflejos se abren, sino que las relaciones también son reflejos múltiples y ya no es más como en la infancia que dos mujeres son todas, sino sin cifras, sólo fragmentos que abrirán otro tiempo. Un futuro lejano que se anudará en el final del libro con tres poemas que son los límites que el autor pondrá a su obra. Límite Uno: El Amor. Límite Otro La Locura y La Pasión, o lo que no muere, La Poesía.

 

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