Sumario
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (I)
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (II)
Siete conferencias de psicoanálisis en La Habana, Cuba (III)
 
Los tres tipos de anorexia
Los trastornos alimentarios
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Agenda
Psicoanálisis Grupo Cero: Formación - Departamento de Clínica
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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 140

-Yo tenía asco por todos ustedes, como si fueran una comida en mal estado.

Ahora bebo, sola en mi casa, una copita de Amaretto para olvidar (tome y olvide, creo que dice el tango).

Es un licor de almendras amargas que tiene un sucesivo espectro de sabores y sensaciones.

Primero es dulce y levemente alcohólico, y luego amargo y levemente áspero, sus vapores suben exultando la mucosa de la nariz y el dorso de la lengua.

La sexualidad puesta en los sabores puede transformar a una persona normal como yo, en una drogadicta de la comida.

Pienso y me digo: Cuando vuelva a Madrid estableceré un régimen de comidas.

Muchas veces me encuentro pensando: Qué gorda sería si me pasara lo que le pasó a la pobre Paquita, que siempre llevo en mi corazón.

Paquita sale a la calle rápidamente, compra no tan rápidamente, y vuelve a la casa lentamente.

Camina por la calle como si estuviera aburrida, pero al pasar por la frutería dice:

-Bueno, le voy a chupar la polla a ese plátano.

Y en un gesto canibalístico lo termina comiendo, y sigue:

-Ahora le voy a lamer el ombligo a esa preciosa naranja.
-Le voy a romper el culo a este higo.

Y mientras introduce, audazmente, la lengua en su jugoso vientre, su miel chorreará por su barbilla y así se las va follando una a una y, también, a los pastelitos de crema que los sorbe hasta dejarlos vacíos y las habichuelas de don José.

Cuando llega algún niño a la casa ella sigue follando un poquito con ellos.

Le estruja los cachetes, le da unas palmadas en el culo, le suena los mocos, le acompaña a hacer caca y cuando le lava el culo le toca imperceptiblemente la pollita, que hace como que se para.

Piensa, ¡éste niño! y sigue momentáneamente haciendo como que hace sus cosas.

El niño, que está como una moto de excitado, corretea, habla y comienza a dar órdenes a la madre.

-Niño cállate.
-Madre: salto de rana, vuelta carnero.
-Niño cállate.
-Cuerpo a tierra, mamá.
-Mamá, mamá, abrirse de piernas para que pase el tren.

Hasta que Paquita, que toda mujer lleva en su corazón, le da un buen cachetazo, drama, gritos y reconciliación, y los amantes en paz.

Cuando llega el marido de trabajar, ella empieza a decir: no doy más, tuve una mañana muy agitada. No sé, le dice Paquita, como si hubiera estado toda la mañana follando, no sé.

Y cuando el marido se le aproxima, ella siente que es la Virgen María o parecido, soportando, pasivamente, ser atacada por un extraño ser libidinoso que quiere desfogarse.

-Qué raro, se dijo ella, escribir de estas cosas justo hoy que saldemos todos a cenar para despedirnos, la jefa, el jefe, amigos íntimos de ambos y otros secuaces, poetas, psicoanalistas, todos muy sensibles, neuróticos hasta la última consecuencia.

Y la otra, que era ella misma más joven, le contestó:

Me tendía abierta sobre el anochecer,
como si fueran los sueños esperados.
Algo en el cuerpo, algo en la piel de sed
de temblor persiguiendo,
el vago recuerdo de noches anteriores.
Era necesario partir.
Ángeles de luz tocaban nuestro cuerpo
y los latidos de la danza abrían,
nuestro vientre enamorado, abrían el cielo,
para que el anochecer cayera en nosotras.
La luz descendía hasta las sombras.
Disparadas vertiginosas por el deseo,
nuestros cuerpos sin control,
se abrazaban tiernamente a sus labios.
La noche se arrodillaba lentamente,
frente al baile del siglo venidero.
Éramos un paisaje irrepetible:
Ni pampa, ni reseca meseta,
ni oscuras golondrinas tristes.
Éramos ese verde alboroto,
el temblor de la tierra que se espera,
a la llegada del sexo del amor.

Y ella, que era la otra, pero con más tiempo de psicoanálisis, le dijo:

-Ayer fuimos todos a cenar para despedirnos. Todos bebimos de más y no conseguimos que el clima fuese totalmente amable y distendido.

Ella volvió a sus desplantes de niña ofendida y él se puso como un loco.

Yo mientras espero, danzo y danzo.

Hermosos, los cuerpos se mueven al compás de modernos ritmos.

La música por momentos penetra ondulante dentro de mi cuerpo y se propaga hasta la punta de los dedos.

La música, los cuerpos, las luces creaban un clima onírico.

Al movernos, pequeños contactos, hacen que toda la masa humana tenga su nexo de conexión electrizante.

Me doy cuenta que él juega a enojarse con esas técnicas de seducción aniñadas, donde ella pretende que él le preste atención todo el tiempo.

Él pone una mirada especial, fija y dura, y todos los músculos de su cara contraídos, la mandíbula adelantada y se acerca a nosotras, bailando, para mostrar que está muy molesto y contrariado y después se aleja, dejándonos preocupadas por él. Mientras tanto se toma otra copa de whisky y hace con la camarera y una amiga que la acompaña, lo que nosotras no quisimos hacer con él.

Me acerco para decirle:

-Estos días he gozado intensamente. Nos hemos amado como nunca. Y él me dijo:

-Sos como la tierra firme cuando el mar amenaza con hacer zozobrar toda cordura.

-Yo podría mantenerte, me dijo con firmeza, y hasta no vería del todo mal que tuvieras un amante. Aunque a veces siento que no lo soportaría del todo bien: Te pondría sal en el café.

Te escondería las bragas más atractivas. Perdería todo el dinero en el juego, para que vos no puedas ni viajar en colectivo para ir a verlo, y pondría un inspector en la puerta de casa para que le haga multas por detenerse en la vereda de mi casa, a esperarte o a cualquier otra cosa. Bueno, lo dije todo, pero mantenerte podría sin problemas, lo otro me parece que, todavía, lo tengo que analizar.

Y yo, que me siento vieja para despertar deseos, se lo digo:

-Tengo mucho miedo que te vayas detrás de una mujer joven.
Esos días, cuando tengo miedo que se vaya de mi lado, aunque me repita que me ama y me desea yo no acabo de creerle. Sin embargo, en esos días ocurrieron los mejores polvos de mi vida.

Pareciera que se nos da mejor garchar que follar. Divertirse para un argentino, es olvidarse de su incapacidad para divertirse, dice Homero Manzi. Será por eso que Buenos Aires, tiene tanto estímulo para el entretenimiento.

Si te entregas a su ritmo, Buenos Aires, es imparable.

Y la otra, que era ella misma pero más joven, le preguntó:

-¿De qué ritmo hablás, de la ciudad o de él?

Y sin esperar respuesta prosiguió:

-Hoy te vas aunque no quieras a Madrid y haremos una fiesta para que la novela tenga un capítulo más.

En la mesa, él como siempre, queda sentado siempre por casualidad entre dos mujeres amadas.

Cuando todos estaban preocupados en elegir lo que comerían, Buenos Aires estaba a punto de desmayarse, sin embargo, él, disimuladamente, todo lo que se podía, baja una mano para agarrarle el muslo, y luego baja la otra mano para agarrarme el muslo a mí.

Lentamente acerca sus manos hasta muy próximas a la concha de la una y de la otra.

Yo que tenía un vestido amarillo, muy corto, él alcanzaba a deslizarse, mano con piel, directo a la bombacha.

Ella y yo nos mirábamos cómplices, como si hubiera sido un pacto, hace días, mirarnos.

Yo, en su mirada de gozadora, escuchaba:

-Ay, lo que me está haciendo este hijo de puta y mirándome aún más fijamente me preguntaba:

¿Querés un poco de queso?

Yo miraba al novelista, a mi derecha y con la mano de él entre mis piernas, que ya me había metido un dedo en la concha, yo le preguntaba con voz deshilvanada al novelista:

-¿Sabés qué vas a comer? y lo besaba de vez en cuando cerca de los labios, pero iba despacio, estaba aprendiendo a sumar, pero cuatro significa, para mí, descontrol.

La cena transcurría entre diversas conversaciones sobre la importancia que tenía escribir una novela y no vivir lo que vivían los personajes, pero lo que estaba pasando debajo de la mesa era, realmente, de novela.

Ella con una mano y yo, con otra, le tocábamos suavemente, la pija, pene todavía y, lentamente, iba tomando proporciones extraordinarias, bajo su pantalón blanco.

-Me van hacer acabar como dos locas juntas y delante de sus novios, sus novias. Qué barbaridad.

Yo la miraba a ella con desesperación. Ella entrecerró los ojos y yo dejé caer el tenedor, cuando ella movió la cabeza afirmativamente y al agacharme debajo de la mesa para alcanzar el cubierto, alcancé a beberme todo su semen. Ella, con su mano debajo de la mesa soltó su pija y me tocó la cabeza con ternura.

Él, mientras acababa cantó a los gritos, para que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando:

-"Amor, amor, amor, no me hagas más sufrir.
que me puedo morir si no me chupás bien"

Cuando me levanté para ir al baño, la besé a ella y le dejé algo de semen en sus labios.


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Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3046)



Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3044)

A la camarera, cada vez que se acercaba a la mesa, la amenazábamos con tirarla de culo sobre la mesa y chuparle la concha. Ella estuvo muy atenta con las copas pensando que aumentando el nivel de alcohol, pasarían más cosas y algo de razón tenía.

Él volvió a repetir.

Delante de vuestros novios, novias y ahí, una de las mujeres que nadie esperaba, lo miró con cara, perdonando la expresión, de puta barata en oferta. Él haciéndose el distraído, le clava la mirada en la concha y yo le aprieto los huevos con fuerza contenida y más que apretarle lo acaricio y ella lo acaricia y la puta barata en oferta se transforma en la dama de la noche y viene ella, también, a decirnos sus palabras.

-La escritura es una cosa y el hombre otra.

Yo vivo al hombre como si fuera su escritura y esa es toda mi confusión. Él es un hombre maduro, en apariencia, casi 60 años, pero su sexo no ha olvidado el deseo de juventud.

Poeta cuya luminosidad me llena de esperanzas, disipa la tristeza, cada vez que se le ocurre algo nuevo soy feliz.

A veces, él ama más mi felicidad, que mi estabilidad emocional y se le ocurre algo nuevo cada quince minutos y yo me quiero morir de un ataque de nervios, y entonces le digo:

-Ahora te la tenés que garchar, que en realidad quiere decir:

-Por favor, mi amor, no aguanto tanta felicidad, tanto cambio para ser feliz, andá a entretenerte con fulanita y ahí agarro a cualquier mujer que va por la calle y le hago una escena de celos.

Cuando él se va de verdad con la otra, pero de verdad, cuando va y se la garcha y la hace gozar tanto como me hace gozar a mí, entonces me tranquilizo por varios días.

Me siento sumisa y hasta un poco triste y lo amo y quiero vivir para siempre a su lado.

Y escucho que la otra le dice:

-Tus ojos me acarician desde lejos. Qué polvo-exprés el de ayer, te deseaba tanto, hacía varios días, esperaba con ansiedad el momento adecuado para esa locura hecha voz.
Necesito sentir tu pasión, necesito tu deseo para sentirme viva.

No me importa nada, Buenos Aires lo necesita, y yo también.

Lejos de decirme que soy la única, me ama con locura, con todos sus amores en sus manos. Cuando toca mi cuerpo, más de cien mujeres acarician mi cuerpo y yo, siempre, me vuelvo loca.

Una y otra noche nuestros sexos son el universo.

Yo, cuando él me dice:

-Nenita te amo, siento inmediatamente que soy su único amor, aunque en verdad no termino de creerlo, pero lo siento.

Y me digo:

-Sólo nosotros dos podemos hacerlo de esta manera.
Hay veces que la soledad se convierte en una presencia física, algo así como un peso sobre el pecho, lágrimas empañando mis ojos, nostalgia de tus besos.

-El fuego eres tú, el fuego eres tú, repetía ante mis oídos sordos.

Y yo le contestaba:

-Has entrado en mi vida como un viento desatado y feroz y, desde entonces, todo lo que hago lleva la marca de esa ferocidad.

Y podía verla a la otra retorciéndose y, lo peor, que también la terminaría amando, porque una vez supo quedarse sola.

Me siento una hembra sola, sin macho cercano o lejano que caliente mi cuerpo y no tengo manera de simbolizar ni de sustituir, te extraño y me deshago, me desintegro, sólo por momentos.

Tengo 30 años y mi mirada se dobla ante él, como un animal asustado y sediento.

Presiento ya antes de que me toque, su mano sobre mi piel.

A veces, me duermo pensando que lo que ocurre en esta frase me está reservado, nadie la puede pronunciar así, nadie la puede escuchar como yo la escucho y eso es lo que, a veces, me hace llorar.

Justo cuando escribía “te quiero” escuché tu voz, por fin cruzamos algunas frases sobre aquella noche de encuentros inesperados. Repito: ¡le echaste cojones, torero! y, al final, rozamos, como es tu costumbre, levemente el placer.

Al despedirme sentí que, o hacíamos el amor o me volvía loca y durante casi quince minutos fui transportada, en tus brazos al cielo.

Me imaginé que lo estarías haciendo con cualquiera, pero gozando no me dieron celos, se podría decir que cuando te veía en brazos de ellas dos, sentía una alegría... Al fin y al cabo, me decía, esas dos mujeres me desean también a mí y lo que está muy claro, con todo lo que me pasa, es que yo las deseo como una bestia.

Primero, quise ser una mujer, luego ser una gran mujer y nada he conseguido, sigo como una niña asustada del tamaño de tus genitales, algo tendré que aprender de ti.

Cierta tristeza por no poder disfrutar de todo lo que me ofreces, pero tuve días de luz plena, de ese sol que tanto te hace vivir. Tuve esos días en que sólo me pasaba el amor.

Bailé, bailé como una loca de amor por la música.

Mi cuerpo se sacudía golpeado por la música. Las otras mujeres no existían, su pija no existía. Sólo existía mi cuerpo moviéndose, levemente, al compás. Me sentía hermosa y atraía todas las miradas sobre mi cuerpo de mujer, caliente, enamorada.

Él se pasea como un experto bailarín haciendo que está interesado por mí y muy cerca de mí mueve el cuerpo con elegancia para otras, me abalanzo sobre él, un poco trastabillamos y caímos uno encima del otro y ahí aproveché, mientras nos ayudaban a levantarnos, para decirle:

-Te amo, hijo de puta, te amo.

(Continuará)

Capítulo XVIII de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3045)

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