Sumario
Clase inaugural al
Seminario
Sigmund Freud
VII Convocatoria
Transmisión en psicoanálisis (I)
Transmisión en psicoanálisis (II)
Transmisión en psicoanálisis (III)
Transmisión en psicoanálisis (IV)
Transmisión en psicoanálisis (V)
 
Sobre las relaciones de pareja
 
Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Caso "Juanito"
 

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TRANSMISIÓN EN PSICOANÁLISIS

(viene de la p. 2)

Después que Lacan tacha el La de La mujer, miles de voces se han levantado defendiendo la palabra naciente de la mujer en este siglo, es entonces, queridos lacanianos, que, según Lacan, Mujer habla, lo que no habla es su goce. Que nada significa, para la dialéctica fálica, delirio del amor homosexual masculino. Es decir, que si no es conmigo, que es siempre contigo, será con Dios.

Si el problema con Dios no es que exista o no exista, no entiendo por qué, tratándose de las relaciones sexuales, el problema tendrá que centrarse en su existencia o no. Es decir, que tanto para Dios como para las relaciones sexuales el problema es que son inconscientes.

El hombre y la mujer son significantes, como el goce que adviene cada vez que debería faltar. De no haber habido eso, hubiera sido goce. Fue goce por no haberlo sido sino por su falta, ahí, donde hubiera sido preferible que, para ser, faltara.

Y si todavía no he conseguido complejizar lo suficiente el tema de la transmisión en psicoanálisis, podré decir como al pasar que tanto el hombre como la mujer pueden servirse de todos los caminos posibles que son dos, o es todo, o todo no es. O todo es falso, ausencia desmesurada, propuesta con la sanción sobre el objeto "a"; o todo no es Falo, presencia desmesurada, propuesta que culmina, por serlo de esa manera, en no todo ser. No ya de la carencia, dialéctica fálica. Goce del órgano, racionalidad, sino ser ella misma, la carencia y su goce, lo que le faltaría en su fracaso en serlo.

Estoy llegando, como siempre, gota a gota,
a fin de mes, amor, enajenado, sordo, quieto.
Con tres peniques en mi mente me siento Dylan Thomas.

Después, diecisiete florines, hacen que Freud sean mis atributos.

A fin de mes, mi amor, para llegar, pruebo volando.
Me juego dos quinielas, recuerdo dos poetas, amor,
y beso la cúspide de mi esperanza de volar, cuando,
en silencio, entre versos, le pido a Dios: piedad.

Alas para llegar hasta mi amada a fin de mes.
Pequeñas alas muertas, cielos de luz para mi mente.
Alma, un poco de alma, Dios, para llegar a fin de mes.

Después pasan las horas y arañando un sentido,
llego hasta tus senos, amor, a fin de mes, loco,
embrujado, por la intensa alegría, por llegar.

Es evidente que no sé a quién tengo que dirigirme.
Quisiera llamar la atención de todo un pueblo.
Pegar aullidos verdaderamente desgarradores.
Algo que nadie pueda olvidar así fácilmente.

Después antes de gritar, veo que es poco lo que tengo en mis gritos.
Un poco de libertad desesperada, un poco de convicciones juveniles.
Una mujer, me digo, una sola mujer, en una sola cama, eso tal vez.
Tal vez la soledad de la campiña, pobres pájaros, pobres árboles
muertos.

Un grito pequeño, encerrado en mí mismo, mirándome al espejo.

Un grito de mi boca pequeña a mi pequeño corazón sangrante.
Que sólo de tocar, toque la roca de mi amor por mí, cuerpo
enamorado.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3298)

Cuerpo deshabitado, agujero del viento posible para el hombre.
Romper con un pequeño grito los bordes de esa caricia eterna.
Gritar gritos pequeños contra mi propia piedra, corazón.

Esa pobre criatura embalsamada en los brazos sin fe de su madre, en las palabras sin recuerdos de su padre o directamente su ausencia, se arrojará a nuestros silencios con cien mil pedidos, siempre alejado demasiado de lo que debería ser una proposición inteligente, que un futuro discípulo dirige a su futuro maestro, según el tono que alcance la propuesta.

Todo candidato para serlo del psicoanálisis, piensa que él será lo mejor que le pueda pasar al mundo del psicoanálisis. Esto producirá, como en cualquier fobia, pequeños desplazamientos que lo irán contaminando todo. Sus amantes serán los mejores o las mejores, según la ética reinante. Luego su psicoanalista será el mejor o el peor de todos, según la transferencia y su didacta será el sumum o lo absoluto según la cuota de religión o filosofía que tiña la relación, que no es intersubjetiva, sino fantasmática.

Como vemos, el problema de la transmisión tiene dos vertientes: la del psicoanalizado y la del psicoanalista. En términos lacanianos, la relación entre "a" y"fi" negativo con el significante de la falta en el Otro, es decir, S función de A tachado.

Lacan, claramente, no sabe cómo transmitir el asunto de la transmisión, en tanto el todo lo hace por lo menos en varios idiomas, nos imaginamos para que nadie entienda totalmente el asunto de la transmisión, en tanto se supone lo que no es, desde lo que recién será en un final que no acontecerá sino no aconteciendo. Ya que su acontecer será en otro escenario. Real, inconsciente, imposible como realidad, sino en el goce que no adviene, insiste Lacan, sino en su falta.

El intento de querer escribir todo nuevo para la ocasión que me brinda la escuela en la cual curso mis estudios, de poder decir mi parecer acerca de lo que todavía, nadie dijo bien, ni siquiera del todo.

LA TRANSMISION, en un paréntesis quiero mostrar cómo Lacan en el Aún, dice que sus escritos y los escritos de los místicos hablan de eso que él habla sin hablar sino de sesgo, confundiendo lo que dice con lo que es. Yo recurriré a una experiencia personal que si no alcanzan los ribetes de mística, alguno de sus bordes pertenece a ese registro.

El pase o la transmisión del poder de curar en las alturas impensables del Machu Pichu. El transmisor era un viejo indígena de 150 años, el que habría de pasar sería yo. El saber no estaba en el transmisor, sino en lo que transmitía, pero esto sólo a causa de rechazar el poder que advenía en la operación. Se trataba de un hongo, que daba realmente un acercamiento a lo real, que proponía con romper lo que de antaño nos viene dando como imposible. Es decir se hacía verdad, es decir conocimiento del encuentro con lo real, y eso no volvería a ocurrir, es decir que se pasaba al sector de los que tenían como atributo curar rechazando el saber adquirido durante la experiencia con el hongo.

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3292)

Sólo 20 años después, es decir precisamente hoy, encuentro sentido a esa experiencia de pase, y convengo junto con el anciano, aunque 20 años después, que allí hubo transmisión, sin poder determinar todavía de quién dependió el suceso, si del hongo del transmisor, o de mi propio psicoanálisis.

La transmisión en psicoanálisis está en manos de expulsados de algún sitio, de algún tiempo de reflexión, es decir, que nuestro discurso se diferencia del resto en el sesgo donde no fuimos expulsados de ninguna institución psicoanalítica, porque nunca hemos pertenecido a ninguna institución.

¿Y si alguien todavía quiere preguntar qué es el Grupo Cero Madrid, es decir, qué clase de organización, no institucional, es la institución Asociación Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero?

No sé qué decir en principio, pero sólo en principio, porque si me detengo en las palabras, de un ser institución bajo dos presiones (matrices de identificación), Grupo y Cero, ni la fuerza de los estados soporta este escozor permanente que soporta el Grupo Cero Madrid como institución, ésa es nuestra garantía de haber podido, el resto deben ser otras historias. Instituciones o grupales, según los aconteceres dialécticos, es decir, el psicoanálisis de los didactas.

Por otro lado se me ocurre pensar que deseo del psicoanalista no es algo que se desprende del saber supuesto, ni siquiera de la barra que separa este saber de lo real, sino que para que haya deseo del psicoanalista, vértice y motivo de todo psicoanálisis, tiene que haber alguien o algo que interprete este deseo del psicoanalista.

El fin del psicoanálisis es su no fin, y vamos a ver cómo aceptan esto los fanáticos de la carencia, ser carente, pero tener algún final, aunque más no sea simbólico; una fórmula que reemplace con su imaginería el conocimiento inconsciente que se sostiene sólo si alguien queda en condiciones de poder interpretar el deseo. No hay nada que nadie le diga a nadie, sino hay lo que las palabras se dicen entre sí.

Psicoanálisis y poesía tienen que ver con esa irregularidad que se produce en el ser de la palabra. Creyendo que dice las palabras para comunicarse con el otro, nada sabe que es dicho para el otro por lo que sus palabras pronunciadas se dicen entre ellas. No es la simple alienación en el Otro, en tanto que habla, no son precisamente las palabras del otro, sino lo que las palabras del otro se dicen entre ellas de mí.

Tanto poeta como psicoanalista tienen como función dejar de ser para que en esa fisura de ser nazca lo Otro. No es una hiancia, que recuerda algún misterioso vacío, sino que es apertura al campo del Otro.

Y esto no se cierra ni se desvanece. Sólo la muerte o el rechazo de la pulsión como tal, anulando las funciones que la nombran, es decir, cerrando la boca.

Puntualizaciones, interjecciones, curiosidades discretas, estímulos serenos, libertad de entonaciones, movimientos de varita para las escanciones y los ritmos, explicación concedida sin reticencia, respeto a los pudores, acogidas corteses de lo escabroso, de lo escatológico, de lo obsceno, tolerancia de la seducción y de la agresión, señalamiento de algunos límites, juicio de no complacencia. Dicho todo esto todavía no hemos hablado de la interpretación. Es decir, el paciente se ha curado y aún no ha comenzado su psicoanálisis.

Un ser más allá del Edipo y de la castración, un ser del goce plus, del todo no ser.

Esto de la transmisión me parece todo una tontería incuestionable, quien quiere transmitir, me digo, quiere dominar.

Y mi bella pregunta, aunque comprendo que no es el mejor momento para hacérmela, es si a mí me interesa dominar y en caso que así fuera, no se podría determinar, claramente, hoy por hoy, si son precisamente quienes desean que algo se les transmita, aquellos que despiertan mi deseo de dominar-transmitir.

Se ponen en el sistema grupal, mediante escritos cuya única preferencia está dada por haber sido escritos en el procesamiento de las relaciones grupales.

Con eso cada cual hace lo que le permite por ahora su mirada, se supone, no sólo el saber del psicoanalista, sino, también supone, que el candidato, con el tiempo, podrá más.

 

(sigue...)

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3299)

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO