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MEDICINA PSICOSOMÁTICA

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BREVE HISTORIA DE LA MEDICINA

Viene de Extensión Universitaria nº 135

MEDICINA HISTÓRICA

Medicina del Romanticismo

Comprende el periodo entre 1800 y 1848.

Nos dice Guerra que el movimiento intelectual romántico, surgido de las artes frente al racionalismo ilustrado, se manifestó intensamente en las ciencias biológicas a través del idealismo alemán y la filosofía natural. Sus partidarios afirmaban que el universo estaba regulado por leyes armónicas, comparables a las que regulan los seres vivos, y afirmaban que los resultados de la especulación deductiva en medicina (medicina especulativa de Schelling) podían superar a los hechos recogidos por la observación y la experimentación. Ideológicamente el romanticismo intervino en las controversias planteadas por los descubrimientos realizados en anatomía comparada, histología, desarrollo embriológico, etc. Al mismo tiempo surge el sensualismo francés (Condillac) que fue ganando crédito hasta dominar la medicina hasta mediados del siglo XIX.

Durante la Ilustración los descubrimientos realizados habían permitido tres formas de concebir la medicina, cada uno de los defensores de estas tres concepciones: la anatomoclínica, la fisiopatológica y la etiopatológica, creía ver en su orientación la única manera de explicar el funcionamiento normal del cuerpo y los procesos de la enfermedad, sin embargo, la ciencia médica, más grande siempre que el sujeto de la misma, supo sumar todos los hallazgos realizados en cada una de estas tres áreas.

Se puede decir que en el seno de la ilustración y el romanticismo nace la actual clínica médica.

La concepción anatomoclínica consiste en la descripción de las enfermedades según la lesión que las caracteriza: inflamatorias, neoplásicas, etc.

Su máximo exponente, Bichat, se pregunta si tendrá la medicina derecho a acercarse a las ciencias exactas, por lo menos en lo tocante al diagnóstico de las enfermedades, cuando a la rigurosa observación del enfermo se haya unido el examen de las alteraciones que presentan sus órganos (con los aportes de Bichat llega a su plenitud el giro copernicano de la lesión anatómica). Bichat nos habla de la muerte para la vida, de apoptosis o pequeñas muertes celulares.

Seguidores del método anatomoclínico fueron: Corvisart, que recuperó el Inventum Novum de Auenbrugger en cuanto a la percusión e introdujo la auscultación del tórax, poniendo la oreja muy cerca del pecho. Laennec, que ante el delicado trance de auscultar a una joven obesa tal como había implantado Corvisat, de manera inmediata, recuerda un juego infantil: la audición de un pequeño golpe sobre la extremidad de una viga escuchando desde la extremidad contraria, y tiene la idea de practicar la auscultación torácica con un cuaderno de papel arrollado en cilindro (auscultación mediata); así nace el estetoscopio, literalmente mirar el pecho, porque según su autor, con él se podían ver lesiones anatómicas ocultadas en el interior del tórax. Laenec logró establecer un cuadro de sonidos estetoscópicos muy similar al actual.

A partir de 1850, médicos de todos los países cultivaron y ampliaron en muy diversos sentidos el campo abierto por Laenec, Bright y Skoda, por una parte inventando y describiendo nuevos signos físicos y por otro lado describiendo nuevas especies morbosas, anatomoclínicamente concebidas.

Para hablar de la clínica, habría que diferenciar signo de síntoma. Un signo es la indicación de la existencia de algo, cualquier prueba objetiva de una enfermedad: por ejemplo, las pruebas perceptibles para el médico que examina al paciente: temperatura, frecuencia cardiaca, coloración de la piel y las mucosas, etc., a diferencia de las sensaciones subjetivas que percibe el paciente (síntomas). Un síntoma, etimológicamente es algo que acontece, cualquier prueba subjetiva de enfermedad o del estado del paciente, que indica cierto estado corporal o mental.

Por ejemplo, un paciente consulta porque se encuentra muy cansado (este síntoma recibe el nombre de astenia) y le duele el hipocondrio derecho, ambos son síntomas, sensaciones no objetivables que refiere el paciente. Cuando el médico le explora, el paciente tiene coloración amarilla de la piel y de la esclera (icteria) y a la palpación abdominal el hígado esta aumentado de tamaño (hepatomegalia), estos dos son signos. Ambos, síntomas y signos, harán que el médico sospeche una determinada entidad clínica, en este caso una hepatitis, y recomiende una serie de pruebas complementarias. Este ejemplo ilustra la estructuración de la historia clínica en la que se recogen síntomas en la anamnesis y signos en la exploración física.

En esta época se describen:

a. Signos de carácter percutorio y auscultatorio.

b. Nuevas pruebas de laboratorio como por ejemplo detección de hemorragias ocultas en las heces.

c. Localización de lesiones anatomo-funcionales mediante recursos eléctricos (electrocardiograma).

d. Descripción de signos físicos localizatorios de lesiones cerebrales. La afasia por ejemplo se relaciona con una determinada lesión cerebral.

e. Provocación de movimientos reflejos: reflejo patelar o rotuliano.

f. Visión directa de las lesiones ocultas: la endoscopia y la radiología.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2890)


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2891)

Los principios cardinales de la concepción anatomoclínica fueron:

1. La realidad central y básica de la enfermedad consiste en la lesión anatómica que la determina.

2. El conocimiento científico de esa lesión -el saber anatomopatológico- constituye la vía regia para hacer del saber médico una verdadera ciencia.

3. El cuadro sintomático de cada especie mórbida se halla construido por cuatro momentos: el déficit funcional, consecutivo a la destrucción total o parcial del órgano afecto, la afección pasiva, que el organismo sufre como consecuencia de la correspondiente lesión anatómica, la reacción que ésta a veces determina y las inhibiciones locales a que da lugar. Así por ejemplo en el caso de una enfermedad hipofisaria la lesión anatomopatológica puede dar lugar a un déficit funcional que consiste en una disminución de la secreción hormonal y que produce una alteración orgánica a distancia (afección pasiva), como reacción se produciría un aumento de la secreción hipotalámica que estimula la secreción hipofisaria y por último la lesión anatomopatológica, por ejemplo un adenoma hipofisario puede producir una compresión del quiasma óptico y alteraciones visuales (inhibiciones locales).

Bajo esta concepción se orientó la clínica, de modo preponderante, hacia la cirugía exerética, bajo el principio de: sublata causa, tollitur efectus (restada la causa, desaparece el efecto), reduciendo esta teoría la causa a la lesión anatomopatológica.

La concepción fisiopatológica pensó la enfermedad como un desorden en el proceso energético-material de la vida. Se intentó penetrar en la intimidad del síntoma, que había sido relegado por el signo en la concepción anatomopatológica.

Uno de sus máximos exponentes fue Claude Bernard que escribió en 1895: “Trabajar como una bestia, con igual capacidad de trabajo e igual despreocupación por los resultados” o “Yo considero el hospital como el vestíbulo de la medicina, como el primer campo de la observación en que debe entrar el médico, pero el verdadero santuario de la ciencia médica es el laboratorio”.

La base de la experimentación fisiológica de este siglo algunos autores la quieren remitir a la Filosofía Natural de Schelling, que además de filósofo fue médico, seguidor de la doctrina browniana. La concepción fisiopatológica plantea la preponderancia de lo funcional sobre lo anatómico, como una cuestión que pone en juego constantemente la relación entre forma y función.

Sus principales aportes fueron en la fisiopatología del síntoma con:

1. Aparición de la prueba funcional (por ejemplo, respuesta del diabético a la sobrecarga de glucosa).

2. Visión del curso de la enfermedad con un proceso continuo y mensurable.

3. Una nueva idea de signo físico y la indagación de nuevos síntomas.

Respecto a la concepción etiopatológica o causal: Dan especial importancia a la causa externa del proceso morboso. Ésta concepción permitió descubrir múltiples agentes infecciosos productores de enfermedad, dando origen a la microbiología y a la inmunología clínicas (una estudia las causas externas infecciosas de enfermedad, la otra la respuesta del organismo humano a estas afecciones).

Aunque cada uno de los defensores de estas tres cocepciones: anatomoclínica, fisiopatológica y etiopatología, defendieron en su momento su teoría como la única válida, las tres han contribuido a la medicina de manera importante, dando pie a la producción de ramas como la anatomía patológica, la fisiopatología y la microbiología e inmunología médicas. Un día estuvieron contrapuestas, sin embargo la medicina, con más pericia que cada médico aisladamente considerado, ha sabido aunarlas para explicar, sirviéndose de todas ellas, el proceso de la enfermedad.

Medicina del Positivismo

El positivismo se sitúa históricamente desde 1848 hasta el comienzo de la Gran Guerra Europea y ha influido definitivamente en la medicina actual.

Podemos decir que el Positivismo comtiano no podría haber sido sin la teoría baconiana, que después derivará en el sensualismo o predominio de los sentidos, que va a estar en relación con el desarrollo de la clínica en Francia en el periodo de la revolución francesa.

La segunda obra de Bacon, el Novun organum, como réplica al Organum de Aristóteles, contiene la exposición del método inductivo y los procedimientos que a él se refieren, método que Bacon considera como la brújula que debe guiar al espíritu humano en la reforma de las ciencias.

El método baconiano se compone de dos partes:

- Pars destruens, que comprende tres clases de crítica, a saber: la censura de la razón nativa del hombre, la censura de las formas de demostración (rechazando el silogismo aristotélico, dice: el silogismo se compone de proposiciones, éstas de palabras, y las palabras son, en cierto modo, las etiquetas de las cosas) y la censura de las doctrinas, teorías o filosofías recibidas.

- Pars construens, que comprende el desarrollo del método propio para la restauración de las ciencias. Este proceso equivale a la observación, a la inducción y tiene como objeto formar al espíritu para las interpretaciones de la naturaleza.

En cuanto a la pars destruens, consiste en constatar los obstáculos epistemológicos (obstáculos que se imponían al conocimiento de la verdad del fenómeno y a los que Bacon llamó ídolos: de la tribu, de la caverna, del foro y del teatro). Dice este autor: “que los hombres se impongan la ley de abjurar por un tiempo determinado todas sus nociones y tengan una prudente desconfianza en sí mismos. Sólo nos queda un recurso, el verdadero método que debe seguirse en la interpretación de la naturaleza, es el de volver a comenzar todo trabajo del entendimiento humano, y no abandonarlo jamás a sí mismo, sino apoderarse de él desde un principio, dirigirlo a cada paso, y, para decirlo de una vez, no hacerle trabajar sino a fuerza de máquinas.

(sigue...)

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