Sumario
XXXVI
XXXV

 

Medicina psicosomática (I)
Medicina psicosomática (II)
 
La ansiedad
De lo que no se puede hablar... lo mejor es hablar
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Agenda
Seminario Sigmund Freud Gratuito
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SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 136

- Debo reconocer no entender lo que me pasa.

Estoy como haciendo verdad, el chiste de dejarse guiar por una loca que encima, está ciega de celos.

El Profesor se pasea nervioso de un lado a otro del salón, recorre con su mirada el cuerpo de todos los bailarines, sin encontrar lo que buscaba:

Algún par de anteojos, alguna luz para que su amada viera los colores.

Clotilde, enceguecida por sus propios amores en Buenos Aires y enceguecida de celos, por las relaciones que el Profesor tendría al llegar a Madrid.

Enceguecida doblemente, tenía que decidir en pocos días, si acompañaba al Profesor en su regreso a Madrid o se quedaba a vivir en Buenos Aires.

El Profesor pensaba que ella, en ese estado alterado por pasiones de todo tipo, no podría decidir nada bueno o posible, pero él no podía hacer otra cosa que seguirla ciegamente, precisamente a ella que padecía una ceguera redoblada.

-Iremos a parar a la mierda, se decía el Profesor mientras ambicionaba antes de partir de Buenos Aires, poder hacer el amor con ella y su mujer.

-Tira más un pelo de concha que cien yuntas de bueyes, exclamó el Profesor.

Y enseguida pensó que el Master le diría:

-Y no le digo dos pelos, uno de cada concha.

Y el Profesor sintió como un alivio y ya no le parecía, tan delirante, quedarse a vivir en Buenos Aires.

A decir verdad me siento un poco tocado. Algo tiembla en mí.
Algo quiere nacer para mí, y no lo dejo.

Ahora tendría que descansar un poco, esta noche quiero ir a bailar.

A sufrir toda la noche, a ver cómo se la garcha todo el mundo y yo tranquilo, como si no pasara nada.

Después, mañana le pegaré dos o tres cachetadas.

Al final lo consiguió, dio mil vueltas y me hizo ir a mi casa y ella se fue a bailar con el resto.

Mañana le diré que es una puta y eso la excitará.

Yo escribo, ella lee y la putita baila que te baila para otros.

Seguiré adelante con todo: mi trabajo, mi escritura y, después, garchar, eso sí con una, con dos, con tres mujeres a lo sumo y, tranquilamente, garchar, uno o dos polvos todos los días y una chupadita de concha y dos o tres dedos en el culo y besos y grandes discursos a cualquier hora del día y algo de dinero para detener el tiempo.

Sin embargo, todo es efímero. En ella, el goce no dura nada y eso no lo sabe ningún hombre.

Saberlo, hace que ella, a pesar de sus celos, no se quiera mover de mi lado.

A veces, me tortura hasta el paroxismo.

Me ata a una silla y me rodea de mujeres hermosas que la desean a ella. Y cuando yo miro a alguna de ellas, ella me da dos patadas en los huevos y me muerde los labios y después se pone a gritar:

-Ahora te la podés garchar, ahora te la podés garchar.

A mí, en esas circunstancias, no se me para la pija ni disfrazado de Tarzán.

Escribir una novela es tan difícil como escribir versos. Estoy absolutamente perdido. Tengo demasiadas historias para contar, pero ninguna sobresale sobre las otras como para dirigir el relato.

No la toquéis ya más
así es la rosa.

Y me di cuenta que estaba hablando de mi vida.

No quería más transformaciones para mi vida.

Trabajaba como un trabajador, vivía como un poeta y hacía el amor como un enamorado.

Así quería vivir siempre y, ahora, lo he conseguido. Ahora tendría que poder gozar esa libertad.

Le di un beso en la boca como ella querìa, delante de quince personas y se volvió loca.

Estoy un poco asustado, vivo rodeado de drogas, de enfermedades, de muertes. Estoy muy asustado, pero me doy cuenta que la única manera de ayudarlos es, no siendo uno de ellos.

Así que antes que nada, comienzo ya mismo mi tratamiento.

A partir de hoy y por un tiempo el que se psicoanaliza soy yo: Yo hablaré, el mundo escuchará y algo quedará escrito.

Después, yo curaré al mundo.

Hoy es un día maravilloso para comenzar la historia:

Asado en la casa de Menassa para 24 invitados.

Pienso en soledad y me siento un pajero. Una me habló de venir a las once, la otra, ya está en camino, otra más me mira como si le debiera algo. Alguien me convida a una copa de vino, al levantar la cabeza descubro que otra me quiere para sí.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2894)

 

Es muy difícil, me digo, evitar que el niño no se decepcione.

Aunque se haga todo bien. Habrá falla, carencia.

Ser malo no cura a nadie, pero ser bueno tampoco. Y esto lo sabemos, casi todos, desde los años 60.

Y tengo que tener muy presente que éstos, son mis últimos discípulos conmigo de carne.

Después, me imagino que alguien leerá mis libros y que alguno de los jóvenes, crecerá.

-En cuanto a mí, se dijo el profesor mirándose en el espejo del dormitorio, no quiero morirme, pero quiero aprender a volar, andar por los aires y moverme con mucho donaire.

El personal, después del viaje de ayer, está más tranquilo.

Me doy cuenta que todas las personas, también los psicoanalizados actuales, enredan de mil maneras la situación para no garchar, en definitiva, para no encontrarse.

Ella por momentos es una verdadera loca, me dice que tiene que renunciar a nuestro amor y se tira por la ventana. Desde el suelo, toda rota, me hace señales moviendo la cabeza, de que el que perdió soy yo. Que ella ha ganado y se muere tranquilamente. El Master me hubiera dicho:

-Ningún hombre puede separarse de ninguna mujer.

La mujer puede, en cambio, separarse en cualquier momento de cualquier hombre.

El hombre no puede separarse de su madre, en cambio, la mujer al separarse del hombre, vuelve con su madre, por eso para ella es tan sencillo.

Y yo, seguramente, le volvería a contar:

-Estuve una hora y media mirándola y desviando la mirada cuando otras mujeres y otros hombres buscaban mi mirada.

Y cuando ella hizo de cuenta que yo no estaba pendiente de sus movimientos, le hice una broma a la camarera y ella se enojó para siempre, y me dijo a los gritos delante de los otros cien comensales:

-No quiero saber nada de vos. Nunca más.

Cuando ella gritaba, yo me sentía libre, y apoyado en la doble negación de su frase, la arrinconé contra la mesa y caímos los dos juntos con los ruidos de copas y cubiertos que volaban por los aires impulsados por nuestros movimientos. Ella caliente, boca abajo chupando el vino del mantel, seguía gritando:

-Ahora te la tenés que garchar... hijo de puta, mientras se movía como una gozadora.

El marido, un señor entrado en años, decía:

-Huy, huy, huy...

Y mi mujer, un poco riéndose:

-Borracho de mierda. Pero qué hacés loco. Pará, te la estás garchando.

-No mi amor, no mi amor, estamos bailando el chipirri y decía en voz alta: CHI PI RRI, y se la metía y se la sacaba y se la metía y CHI PI RRI y se la quitaba. Vení, vieja, bailá con nosotros, y al marido, también le empezó a gustar y al grito de CHI PI RRI, empezó a tocarle el culo a mi mujer, pero una amiga de ella, que estaba esperando un momento de libertad le hizo una toma al marido y lo chupó hasta secarlo, mi mujer comenzó a besarme las nalgas. Y la camarera, que había armado el lío nos tranquilizaba ofreciéndonos una copa de vino.

Nos tranquilizamos, aunque en verdad el relato nos había excitado. Comenzamos a bailar, pero ya todo era una locura. Una vez más, no había sabido del todo encontrarme con gente más joven.

Todo se desvanece.
Ya no era, siquiera, volver, lo necesario.
Ahora me había quedado solo
ya nadie me amaba, era libre,
mis besos no tenían corazón.

Cuando no estás, el sexo desaparece de mi vida. Por eso te busco por las noches aullando a las estrellas.

Sin embargo, tengo que reconocer que todo el escándalo, lo produjo el brazo de ella estremecido por el roce con sus cabellos.

Entonces, yo pensé: Ella vive en mis versos, por eso no se descompone. Después ella le chupó la concha a seis mujeres y yo le rompí el culo a dos de sus hombres.

(Continuará)

Capítulo XIV de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

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