Sumario

MIGUEL MENASSA
Facultad de Medicina de Alcalá de Henares
13 de abril de 2011

La transferencia en psicoanálisis (I)
La transferencia en psicoanálisis (II)
Amelia Díez Cuesta
La sexualidad femenina (I)
La sexualidad femenina (II)
La sexualidad femenina (III)
Periodismo de investigación
Avatares de lo sexual
Miguel O. Menassa
Sobre las relaciones de pareja
Sigmund Freud
Inhibición, Síntoma y Angustia (1925-6) (III)
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INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA

1925 [1926]

III

Retornemos al problema del yo: la aparente contradicción antes señalada [El contraste entre su fuerza y su debilidad frente al “ello”] procede de que consideramos demasiado inflexibles las abstracciones y sólo observamos cada vez un único aspecto de los varios que presenta una complicada totalidad. La diferenciación entre el yo y el ello, que hubo de sernos impuesta por determinadas particularidades, parece plenamente justificada. Mas, por otra parte, el yo y el ello coinciden, no siendo el primero sino una parte especialmente diferenciada del segundo. Cuando confrontamos en nuestro pensamiento esta parte con la totalidad o cuando entre ambas surge realmente la discordia se nos evidencia la debilidad del yo. En cambio, cuando el yo permanece enlazado al ello, sin distinguirse de él, nos muestra una intensa energía. Análogamente sucede en la relación entre el yo y el super-yo. En muchas situaciones se confunden a nuestra vista. Únicamente nos es dado distinguirlos cuando entre ambos surge un conflicto. Con respecto a la represión, resulta decisivo el hecho de ser el yo una organización, y el ello, no. El yo es, en efecto, la parte organizada del ello. Sería injustificado representarse el yo y el ello como dos territorios ocupados por ejércitos enemigos y suponer que en la represión trata el yo de someter una parte del ello, acudiendo entonces lo restante del ello a prestar auxilio a la parte atacada midiendo sus fuerzas con el yo. Esto puede realmente suceder con cierta frecuencia, pero no constituye, desde luego, la situación inicial de la represión. Por lo regular, el impulso instintivo que de reprimir se trata permanece aislado. El acto de la represión nos evidencia, por un lado, la energía del yo; más, por otro, testimonia también de su impotencia, así como la impenetrabilidad de los diversos impulsos instintivos del ello a su influencia. Pues el proceso convertido en síntoma por la represión afirma su existencia fuera de la organización del yo e independientemente de ella. No sólo dicho proceso, sino todas sus ramificaciones, gozan de igual privilegio -podríamos decir que del privilegio de extraterritorialidad-, y no es quizá muy aventurado sospechar que allí donde se encuentran asociativamente con partes de la organización del yo, las atraen a sí, extendiéndose con su adquisición a costa del yo. Un paralelo que nos es familiar hace ya mucho tiempo equipara el síntoma a un cuerpo extraño que mantiene incesantes fenómenos de estímulo y reacción en el tejido en el que se ha alojado. Sucede ciertamente a veces que la lucha defensiva contra el impulso instintivo indeseado queda terminada con la formación de síntomas. Que sepamos, es la conversión histérica donde esto puede darse con mayor facilidad; mas, por lo general, hallamos un curso muy distinto. Al primer acto de represión sigue una larga secuela, a veces interminable. La lucha contra el impulso instintivo encuentra su prosecución en la lucha contra el síntoma.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2728)

Esta lucha secundaria de defensa nos muestra dos aspectos diferentes. De una parte, el yo se ve forzado por su propia naturaleza a emprender algo que hemos de considerar como una tentativa de restauración o de conciliación. El yo es una organización; se basa en el libre comercio de todos sus componentes entre sí y en la posibilidad de su recíproco influjo; su energía desexualizada proclama aún su procedencia en la aspiración a la unión y a la unificación, y esta necesidad de síntesis se hace más fuerte en razón directa del aumento de la fuerza del yo. Se hace así comprensible que el yo intente suprimir el extrañamiento y el aislamiento del síntoma, utilizando todas las posibilidades de enlace con él e incorporándolo a su organización por medio de tales lazos. Sabemos que tal aspiración influye sobre el acto de la formación de síntomas. Aquellos síntomas histéricos que se nos han evidenciado como transacciones entre la necesidad de satisfacción y la de castigo constituyen un clásico ejemplo del proceso descrito. Como cumplimiento de una exigencia del super-yo tienen tales síntomas desde su principio participación en el yo, significando, por otro lado, posiciones de los impulsos reprimidos y puntos de penetración de los mismos en la organización del yo. Son, por decirlo así, estaciones fronterizas con guarnición mixta. Sería interesante investigar con minuciosidad si todos los síntomas histéricos primarios presentan esta misma estructura. En el curso ulterior del proceso se comporta el yo como si se guiase por la reflexión de que, una vez surgido el síntoma y siendo imposible suprimirlo, ha de ser lo mejor familiarizarse con la situación dada y sacar de ella el mejor partido posible. Tiene entonces efecto una adaptación al elemento del mundo interior extraño al yo, representado por el síntoma adaptación análoga a la que el yo lleva a cabo normalmente con respecto al mundo exterior real. Para la cual no faltan nunca motivos ni ocasiones.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2729)

La existencia del síntoma puede traer consigo cierto impedimento de la función, el cual puede ser usado para apaciguar una exigencia del super-yo o rechazar una aspiración del mundo exterior. De este modo es atribuida paulatinamente al síntoma la representación de interés cada vez más importantes, con lo cual adquiere un valor para la autoafirmación, se enlaza cada vez más íntimamente al yo y le es cada vez más indispensable. Sólo en casos muy raros puede seguir el proceso de la enquistación de un cuerpo extraño una marcha semejante. La importancia de esta adaptación secundaria al síntoma se ha llegado también a exagerar, afirmando que el yo no ha creado el síntoma sino precisamente para gozar de sus ventajas. Pero esto equivale a suponer que un soldado se había dejado herir de gravedad perdiendo una pierna para vivir en adelante sin trabajar, a costa del Estado.

Otras formas que adquieren los síntomas en las de la neurosis obsesiva y la paranoia, adquieren un alto valor para el yo, no por suponer ventaja alguna, sino por aportarle una satisfacción narcisista inaccesible de otro modo. Las formaciones de síntomas de los enfermos de neurosis obsesiva halagan su amor propio con la ilusión de que son hombres mejores que los demás, por ser más puros o de más estricta moral; y los delirios de la paranoia abren a la agudeza y fantasía del paciente un amplio campo de acción, difícilmente sustituible. De todas estas circunstancias resulta aquello que nos es conocido con el nombre de ventaja de la enfermedad (secundaria) de la neurosis. Esta ventaja apoya la tendencia del yo a incorporarse el síntoma y fortalecer la fijación de este último. Cuando luego intentamos prestar nuestra ayuda analítica al yo en su lucha contra el síntoma, descubrimos en el lado de la resistencia la actuación de los enlaces conciliadores entre el yo y el síntoma, no siendo nada fácil desatarlos.

Los dos procedimientos que el yo utiliza contra el síntoma se hallan en mutua contradicción. El otro procedimiento es de carácter menos pacífico, ya que continúa la obra de la represión. Sin embargo, no debemos tachar al yo de inconsecuente. El yo es pacifista y quisiera incorporarse el síntoma, acogiéndolo en su totalidad. La perturbación parte del síntoma, que en calidad de verdadera sustitución y ramificación del impulso reprimido, cuyo papel continúa desempeñando y cuyas exigencias de satisfacción renueva de continuo, fuerza al yo a dar de nuevo la señal de displacer y prestarse a la defensa.

La lucha defensiva secundaria contra el síntoma es multiforme, se desarrolla en diversos terrenos y emplea muy distintos medios. Para poder decir algo de esta lucha habremos de investigar los distintos casos de formación de síntomas. En esta labor hallaremos ocasión de entrar en el problema de la angustia, problema que sospechamos nos aguarda oculto en el último término. No hallándonos aún preparados a las hipótesis de la formación de síntomas en la neurosis obsesiva, en la paranoia y en otras neurosis, partiremos de los síntomas que crea la neurosis histérica.

Sigmund Freud
De “Obras completas”


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2733)

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO