Sumario
Miguel Oscar Menassa
Entrevista (I)
Entrevista (II)
Entrevista (III)
 
El medicamento
Demencia ¿senil? (II)
Trastornos por exceso de ingesta alimentaria
 
¿Perversión? o ¿La muerte de la palabra?
 
Sobre las relaciones de pareja (I)
Sobre las relaciones de pareja (II)
 
Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Caso "Juanito"

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ANÁLISIS DE LA FOBIA DE UN NIÑO
DE CINCO AÑOS
CASO “JUANITO”
1909

I) INTRODUCCIÓN

El presente historial clínico de un paciente infantil no constituye en rigor una observación directa mía. Dirigí, desde luego, en conjunto el plan del tratamiento, e incluso intervine una vez en él personalmente, manteniendo una conversación con el infantil sujeto. Pero quien llevó adelante el tratamiento fue el padre del enfermo, al que debo expresar aquí mi agradecimiento por haber puesto a mi disposición sus anotaciones, autorizándome a publicarlas. Y no fue éste su único merecimiento. Ninguna otra persona hubiera logrado del pequeño sujeto las confidencias que luego veremos ni hubiera poseído tampoco el conocimiento de causa que permitió al padre interpretar las manifestaciones de su hijo -niño de cinco años- y vencer así las dificultades de un psicoanálisis en edad tan tierna. Únicamente la unión de la autoridad paterna y la autoridad médica en una sola persona y la coincidencia del interés familiar con el interés científico hicieron posible dar al médico analítico un empleo para el cual hubiera sido inadecuado en otras condiciones.

Pero el valor singular de esta observación estriba en lo siguiente: En su labor de ir descubriendo por capas sucesivas los productos psíquicos, el médico que trata psicoanalíticamente a un nervioso adulto llega finalmente a ciertas hipótesis sobre la sexualidad infantil, en cuyos componentes cree haber hallado las energías impulsoras de todos los síntomas neuróticos de la vida ulterior. En mis Tres ensayos sobre una teoría sexual, publicados en 1905, hube ya de exponer tales hipótesis, tan singulares para el profano como irrebatibles para el psicoanalista. Pero también el psicoanalista puede confesar su deseo de hallar una prueba más directa y próxima de aquellos principios fundamentales y preguntarse si no sería su fresca vitalidad, aquellos impulsos y deseos sexuales que con tanto trabajo logramos extraer a la luz en los adultos y de los que afirmamos, además que son acervo constitucional común a todos los hombres y sólo intensificados en el neurótico.

Con tal propósito vengo excitando hace ya tiempo a mis amigos y discípulos a reunir observaciones sobre la vida sexual infantil. Entre el material que así ha ido llegando a mi poder adquirieron pronto importancia preponderante las observaciones relativas a Juanito. Sus padres, identificados con mis teorías, habían convenido educar a su primer hijo con el mínimo de coerción estrictamente preciso para mantener las buenas costumbres, y como el niño fue haciéndose así una criatura despierta, alegre y juiciosa, la tentativa de dejarle formarse y manifestarse sin intimidarle pudo ser continuada sin temores. En lo que sigue reproduciré a la letra las anotaciones del padre, absteniéndome, naturalmente, de toda tentativa de velar por motivos convencionales la ingenuidad y la sinceridad del infantil sujeto.

Las primeras observaciones sobre Juanito datan de la época en que no había cumplido aún los tres años. Manifestaba por entonces, con diversas ocurrencias y preguntas, vivo interés por una cierta parte de su cuerpo, a la que llamaba “la cosita de hacer pipí”. Así una vez dirigió a su madre la pregunta siguiente:

Juanito: Oye, mamá: ¿tienes tú también una cosita de hacer pipí?

Mamá: Naturalmente. ¿Por qué me lo preguntas?

Juanito: No sé, pensaba no más.

Por ese mismo tiempo entró una vez en un establo en ocasión en que estaban ordeñando a una vaca, y observó: “Mira, mamá. De la cosita de la vaca sale leche”.

Ya estás primeras observaciones justifican la esperanza de que gran parte de lo que Juanito nos descubría demostraba ser típico del desarrollo sexual infantil. Ya indicamos en otra ocasión734 que no había por qué espantarse al encontrar en una sujeto la representación de la satisfacción sexual per os. Esta representación repulsiva tiene un origen inocente, pues se deriva del acto de mamar del seno materno, derivación en la cual actúa como elemento intermedio de transición la imagen de la ubre de la vaca, la cual, por su naturaleza, es una mama y, por su forma y situación, un pene. El descubrimiento de Juanito confirma la última parte de mi hipótesis.

El interés de Juanito por la cosita de hacer pipí no es exclusivamente teórico. Como era de esperar, le incitaba también a tocamiento del miembro. Teniendo tres años y medio le sorprendió su madre con la mano en el pene y le amenazó: “Si haces eso, llamaré al doctor A. para que te corte la cosita, y entonces, ¿con qué vas a hacer pipí?”.

Juanito: Con el “popó”.

Juanito responde aún sin conciencia de culpabilidad, pero adquiere en esta ocasión el complejo de castración, cuya existencia nos vemos forzados a deducir en tantos análisis de sujetos neuróticos, a pesar de la tenaz resistencia que los enfermos oponen a reconocerla. Sobre la importancia de este elemento de la historia infantil habría mucho que decir. El complejo de castración ha dejado en el mito (y no sólo en el griego) huellas evidentes. Ya en mi Interpretación de los sueños y en otros varios trabajos he tratado más o menos detenidamente este tema.735

Aproximadamente en la misma época (a los tres años y medio), llevado un día ante la jaula de los leones en Schönbrunn, Juanito exclama alborozado: “¡Les he visto la cosita a los leones!”


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3273)

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3274)

Los animales deben gran parte de la significación que han alcanzado en fábulas y mitos a la naturalidad con la que muestran a las criaturas humanas, penetradas de ávida curiosidad, sus órganos genitales y sus funciones sexuales.

La indudable curiosidad sexual de Juanito hace de él un pequeño investigador, permitiéndole descubrimientos conceptuales exactos.

Un día, a los tres años y nueve meses, ve desaguar la caldera de una locomotora y dice: “Mira, la locomotora está haciendo pipí. ¿Dónde tiene la cosita?”.

Y después de una pausa añade pensativo: “Un perro y un caballo tienen una cosita; una mesa y un sillón, no.” Ha descubierto, pues, una característica esencial para la distinción entre lo animado y lo inanimado.


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D3275)

El ansia de saber y la curiosidad sexual parecen ser inseparables. La curiosidad de Juanito recae especialmente sobre sus padres:

Juanito: (A los tres años y nueve meses) Papá, ¿tienes tú también una cosita?

Padre: ¡Naturalmente!

Juanito: Pues no te la he visto nunca al desnudarte.

Otra vez contempla interesado cómo se desnuda su madre al acostarse. La madre le pregunta:

-¿Qué miras?

Juanito: Para ver si también tú tienes una cosita de hacer pipí.

-¡Naturalmente! ¿No lo sabías?

Juanito: No. Pensaba que como eres tan mayor, tendrías una cosita como un caballo.

Retendremos esta idea de Juanito, que adquiere luego extrema importancia.
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734 Cf. el historial clínico de Dora.

735 Adición en 1923: “La teoría del complejo de castración ha sido luego cumplidamente desarrollada y ampliada por las aportaciones de Lou Andreas-Salomé (1916), A. Stäke (1910), F. Alexander (1922), y otros. Se ha hecho observar que el niño de pecho tenía que sentir ya el acto de serle retirado el seno materno al terminar cada una de sus mamadas como una castración; esto es, como la pérdida de una parte importante de su propio cuerpo. Igual sensación despertaría en él el acto regular de la defecación. Por último, el nacimiento mismo, como separación del cuerpo de la madre, con la cual ha formado hasta entonces el niño un solo ser, constituiría el modelo primordial de toda castración. Sin dejar de reconocer todas estas raíces del complejo, he creído necesario hacer constar que el nombre de “complejo de castración debía limitarse a los estímulos y efectos relacionados con la pérdida del pene. Aquellos a quienes los análisis de sujetos adultos han convencido de la existencia general e ineludible del complejo de castración se resistirán, naturalmente, a referirlo a una amenaza casual y mucho menos constante, y habrán de admitir que el niño construye por sí mismo, imaginativamente, dicho peligro, fundándose en alusiones levísimas, siempre dadas. Tal es el motivo que ha impulsado a buscar las raíces más hondas y constantes del complejo. Tanto más valioso es, en este caso de Juanito, el hecho de que la amenaza de castración sea confirmada por los padres y situada en una época en que el infantil sujeto no mostraba aún síntoma alguno de su fobia ulterior.”

Sigmund Freud
De “Obras completas”

LA REVISTA DE PSICOANÁLISIS DE MAYOR TIRADA DEL MUNDO