Sumario

LAS CONSTRUCCIONES DEL ESPACIO CREATIVO
Buenos Aires, 1995

Las construcciones (I)
Las construcciones (II)
Las construcciones (III)
Las construcciones (IV)
Las construcciones (V)
 
Funcionamiento del sistema de protección del organismo contra agentes externos: Sistema Inmune
Un acercamiento psicoanalítico a los trastornos de la inmunidad
Deseamos deseos, no objetos
La transferencia
 
Sobre las relaciones de pareja
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LA TRANSFERENCIA

“La transferencia se dispara desde el futuro.”
Miguel Oscar Menassa

Un oso y una ballena se encuentran en el punto exacto de la muerte. Un oso y una ballena, nunca se encuentran. En cambio, se sostienen sin habitáculo. A horcajadas del amor.
Por su torso, tibios hilillos ruedan y se disparan desde el futuro. Manchas de hombre mirándome a los ojos y un velo disfrazando de sombrero las horas terapéuticas.

Rayo enceguecedor que apuesta por el revés, fútil como los pétalos de los celos en el diván.

Una conversación de ruido camina tras de mí, lidera la batalla con una nuca capaz de sonreírle a Dios. También morirá la piel roja y negra del orgasmo, y nadie quiere saberlo. Una ley mueve la órbita del mundo en las estaciones de los ojos, que son de libertad. Prometo un paso formado con trabajo.

La producción psicoanalítica de un nuevo hombre, no existe. Es el hachazo de un cuerpo que vence a la neurosis.

Un lugar en el sujeto del saber. El eje es el deseo del analista. El efecto es el poder significante de su auspicio.

Para interpretar, hay que esperar a que se produzca el efecto de la transferencia y, a la vez, saber que en tanto sujeto al deseo del analista, el sujeto desea engañarlo acerca de esa sujeción haciéndose amar por él, proponiendo esa falsedad esencial que es el amor. El efecto de la transferencia es ese efecto de engaño que se repite en el aquí y ahora.

No es la sombra de algo vivido antes. Es repetición de lo ocurrido antes, sólo por tener la misma forma. No es sombra de los viejos engaños del amor. Es aislamiento en el presente de su puro funcionamiento de engaño.

La interpretación-construcción brota del encuentro de significantes, para invertir la relación por la que el significante tiene como efecto al significado. El efecto de la interpretación es el surgimiento de un significante irreductible.

Por eso la significación no es lo esencial para el advenimiento del sujeto. Lo esencial es que el sujeto vea, más allá de esta significación, a qué significante - sin-sentido, irreductible, traumático- está sujeto como sujeto.

Detrás del amor de transferencia está la afirmación del vínculo del deseo del analista con el deseo del paciente. Se trata del deseo del paciente en su encuentro con el deseo del analista. Es, precisamente, lo que produce tanto al psicoanalista, que no es ningún sujeto, sino un lugar donde la transferencia se eleva a interpretación, y al sujeto que se psicoanaliza, que va a Roma.

Un lugar en el que cae lo que nunca fue, se recuerda siempre. El amor producido entre palabras abriendo el porvenir, lanzando distancias que no creen en el amor.

Virginia Valdominos
Psicóloga Psicoanalista
664 222 008
virginia.valdominos@gmail.com
www.virginiavaldominos.com

SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 122

QUERIDA:

Estoy atravesando por uno de los momentos más difíciles de mi vida...

Gustavo trataba de explicarle por carta a su nuevo amor. Ofelia, las serias dificultades económicas por las que atravesaba, que le impedirían, en principio, ir a la cena-baile del sábado, a la apertura al público del grupo de literatura erótica.

Pero no pudo más y rompió el papel y se sirvió una copa de whisky y pensó, seriamente, que a él le había ido mejor estando en España, como exiliado, que cuando volvió a su país como nativo.

Cazó un libro del Master, sacó un poco de merca, molió, alineó y dijo, en voz alta, para perdonarse:

-Bueno, aquí la merca es mejor. Uno aquí se puede reventar sentado en un escritorio sin que nadie se dé cuenta.

Aquí, claramente, la merca es mejor, mata sin trastornos secundarios, que ya es bastante.

Después de aspirar, primero por una fosa nasal y después por la otra, Gustavo se dejó deslizar en el libro del Master. De golpe dando con su mano sobre la mesa se levantó y llamó a Ofelia y le leyó:

-”Un hombre pobre que encuentra pobreza en un gran amor merece la pobreza” y después, al borde de las lágrimas:

-Te amo Ofelia, Ofelia mía, amo la riqueza de nuestro amor.

Después se entretuvo caminando de un lado a otro lado de la casa y abrió de nuevo el paquetido de la merca, y volvió a moler, alinear y aspirar, primero por una fosa nasal, después por la otra.

Se miró en el espejo del baño y se vió, por fin, bien. Se vio muy bien, hasta se sintió distinguido. Después se detuvo en su cara:

-Los años no pasan, se dijo Gustavo, el que va pasando soy yo.

Terminó de vestirse y antes de salir se miró, una vez más, en el espejo del pasillo y se vió más joven.

Ya en el ascensor comenzaron las “cosas”, como llamaba gustavo a los sucesos de la vida.

Una mujer hermosa lo miraba con firmeza y él sintió miedo de ser devorado, una vez más, por su madre.

La mujer se sintió turbada por esa turbación infantil en hombre tan grande y rozó, sin querer, sus senos turgentes contra el brazo-hombro de Gustavo.

Éste la increpó duramente:

-No me toque hija de puta, no me toque.

Y saltó del ascensor en marcha y cayó rodando del sexto piso por las escaleras.

A Gustavo le dolía bajar de esa manera, pero era feliz que de esa manera, esa mujer tan terrible y maravillosa a la vez, no lo podría alcanzar nunca más.

Ella, como todos ustedes se imaginan, estaba esperándolo en el primer escalón de la escalera, con las piernas abiertas y él terminó de caer con la cabeza entre las piernas de ella y sus ojos directamente enfocados al centro mismo del amor.

Cuando ella trató de ayudarlo a levantarse, por el nerviosismo de Gustavo y el de ella misma, se cayó encima de Gustavo.

Gustavo, que ya se había dado cuenta de qué se trataba, le metió una mano entre las piernas y se desabrochó la bragueta de su pantalón azul y ella empezó a chuparle la pija, y un poco le chupaba y un poco lo llamaba todo el tiempo:

-Ofelia, Ofelia mía.

Hasta que Gustavo le dijo:

-Coño, que yo me llamo Gustavo.

Y ella sin dejar de chupar:

-Sí, ya sé, pero sos el que se la garcha a Ofelia.

Gustavo gozó con esa situación estrafalaria, pero se quedó muy preocupado con eso de que Ofelia tuviera una mujer de amante.

Días después, hablando con el Master en el café, le preguntó:

-¿Usted, qué hace cuando su mujer se enamora de otra mujer?

El Master lo miró, largamente y, después, sin saber si Gustavo ya sabía lo que él le quería decir, se lo dijo:

-Cuando mi mujer se enamora de una mujer, yo hago lo mismo que mi mujer.

Lo que para el Master sonaba cotidiano, para Gustavo era el verdadero descubrimiento de su vida, por eso sería, me imagino, que fue el Master el que volvió a retomar la palabra.

-En general el hombre sufre todo el tiempo por no poder un poco más...

-¿Y la mujer? -le preguntó Gustavo, casi tontamente.

-La mujer, pibe (cuando el Master te decía pibe, te podías dar por perdido), la mujer sufre todo el tiempo por no poder un poco menos.

Y si no mirarte a vos, no te podés garchar del todo a una mujer y te querés garchar el universo, y esa piba Josefina sufre por no poderlo amar un poco menos a Evaristo.

Yo sufro porque quiero escribir una novela, mi mujer sufre porque no podrá dejar de escribir su segunda novela.

Que el Master usara a personas tan grandes para ejemplificar lo que Gustavo tenía que entender, hizo que Gustavo no entendiera un carajo.

Pero tal vez, diría Evaristo, el Master ha querido que él sienta no haber entendido nada.

Pero Gustavo algo pudo pensar:

Hay algo de la mujer que no entiendo y hay algo de los hombres que entienden a las mujeres que no soporto.

El Master era para mí, uno de esos hombres y se lo dije:

-Hay en usted algo que no soporto.

El Master tomó distancia porque no esperaba que en el café ocurrieran esas cosas, pero enseguida bajó la cabeza para no parecer arrogante y le dijo a Gustavo:

-Bueno, no es tan grave lo que te pasa, yo no soy una mujer.

Mientras el Master pagaba su café, Gustavo repetía la última frase a su modo:

-Claro, el Master no es una mujer, es un hombre que sólo entiende algo de las mujeres, pero eso no lo hace ser una mujer. Lo que el Master me quiso decir era sobre mi deseo de ser una mujer, ya que me interpretó que yo pensaba que amar un deseo de una mujer, era transformarse en una mujer.

Gustavo saludó cariñosamente al Master y le preguntó:

-¿Irá a la fiesta en el Gran Hotel? El Master, con una sonrisa amplia y generosa, le dijo a la vez que emprendía la salida del bar:

-Después de los 50 años uno ya no va a las fiestas, las fiestas vienen a uno.

Al salir del bar, el Master se tropezó con Catalina, su secretaria privada.

-Te estaba buscando, le dijo ella.

Él intentó caminar más despacio y ella se colgó de su brazo derecho, apoyó su cabeza en el hombro y él, con la otra mano, le acarició suavemente la cabeza.

(Continuará)

Capítulo II de la novela "El sexo del amor"
Autor Miguel O. Menassa

 

2011
50 años de la primera publicación de Miguel Oscar Menassa,
candidato al Premio Nobel
de Literatura 2010
40 años de la fundación de Grupo Cero
30 años de la fundación de la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero

 

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