Sumario

NEUROSIS Y PSICOSIS
21 de mayo de 1984

Neurosis y psicosis (I)
Neurosis y psicosis (II)
Neurosis y psicosis (III)
 
Sobre las relaciones de pareja
Psicoanálisis y mujer

Cuando el enemigo es uno mismo
Enfermedades autoinmunes

Inmunodeficiencias. Hiporrespuesta inmune o déficit de respuesta inmune
Una historia de deseos
Periodismo de investigación
De nuestros antecedentes.
1.- Viena en guerra
Muammar Al-Gaddafi, la oportunidad de un imperio en decadencia
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Es decir, que todo sujeto en psicoanálisis tenía que poder atravesar un estado psicótico, que dependía de la pericia del psicoanalista, que se diera totalmente en el campo transferencial, en el "laboratorio" psicoanalítico, o en la realidad objetiva del paciente.

Según esta teoría, "brotarse", tener trastornos del lenguaje, es algo absolutamente corriente, que en realidad muestra el funcionamiento del aparato del sistema inconsciente.

Hay una tendencia en Freud a mostrar que las formaciones del inconsciente se pueden generalizar. Ya sabía lo de los síntomas, tanto sabía que al escribir Resistencias contra el Psicoanálisis dice que tendría que poner a toda la humanidad en tratamiento. Sabía que los síntomas eran una cosa general. Frente a lo incrédulo en él, estudia los actos fallidos que es una formación del inconsciente más general. Cuando estudia los sueños, no sólo aprovecha para decir que es una cosa que le pasa a todo el mundo, sino que dice que el problema de la alucinación es exactamente igual que el problema de los sueños, por lo tanto la alucinación también es una formación del inconsciente, también es general.

La diferencia entre recordar y alucinar o reflexionar, eran tres tiempos diferentes de la regresión psíquica. Si se regresaba hasta un tiempo se reflexionaba, hasta otro tiempo se recordaba y hasta otro tiempo se alucinaba o se soñaba. Porque reflexionar, recordar y alucinar tienen que ver con la cercanía de la regresión a las primitivas identidades de percepción. En un camino intermedio reflexiono y en un punto extremo de la regresión, alucino, cuando toco la identidad de percepción.

Hacer una diferencia entre la neurosis y la psicosis muy notable nos hace entrar en un campo estrictamente ideológico, del cual el psicoanálisis siempre se quiso apartar, porque Freud llegó a decir: "espero que no confundan el psicoanálisis con un método terapéutico”. Él escapaba de que se redujera el psicoanálisis a una terapia.
Marcándose las diferencias entre neurosis y psicosis entramos en un problema ideológico, en un problema social, en el sentido de que llamar psicótica a una forma en donde en el aparato psíquico el conflicto es entre el Yo y el mundo exterior, no me parece ni adecuado, ni inadecuado, ni armónico, no me parece nada, me parece una denominación. Pero decir que este proceso es más grave que el proceso neurótico que se da en un conflicto entre el Yo y el Ello, eso es ideológico.

Por lo tanto, cuando diferenciamos los procesos neuróticos y psicóticos, nos tenemos que enfrentar con la realidad social ideo-lógica de los modelos ideológicos del estado que tienen un particular visión de los procesos psicóticos que son altamente perturbadores de los modelos y de las normas de vida comunes, no humanas.

Y cuando se insiste en un momento no psicoanalítico del tratamiento del psicótico, en un momento administrativo de la terapéutica del paciente psicótico lo que se intenta es poner en psicoanálisis al paciente psicótico, en tanto si lo internan o va a la cárcel no puede psicoanalizarse. Ese fundamento no psicoanalítico en la intervención de todo caso psicótico, es como transformar la realidad política actual, en una realidad en donde el presidente de gobierno fuera el psicoanalista que trata al paciente.

Para que esto sea posible el sujeto tiene que entender que tiene que cumplir ciertas normas, con lo cual ha dejado de ser psicótico. Es decir que el paciente psicótico deja de serlo cuando en transferencia con el terapeuta que se anima a hablar con él, por ejemplo, acepta que su delirio no es delirio sino sueño diurno, entonces va contento al psicoanalista a contarle su sueño diurno en lugar de ir al policía de la esquina a decirle que está alucinando para que lo lleven de nuevo al hospicio.

Pero en el momento que acepta esa indicación terapéutica administrativa no psicoanalítica, ha comenzado su psicoanálisis.

Todo lo que se hace con el paciente psicótico al principio del tratamiento -separarlo de la familia, juntarlo con la familia, llamar a la familia, separarlo de la hermana-, todas esas situaciones son para transformar esa situación social en la cual no se puede tratar psicoanalíticamente a un psicótico. Entonces se le hace una micro-realidad donde se piensa con los textos freudianos, y el delirio o la alucinación es una formación del inconsciente que ha aparecido en la conciencia mediante desplazamientos y condensaciones sucesivas de un deseo sexual infantil reprimido, de características edípicas.

Igual que el sueño, igual que la neurosis, igual que la poesía. Y no digo que esté mal ser poeta en lugar de loco, digo que no es mejor, ¿para quién? para el psicoanalista. Al psicoanalista le cuesta tanto un delirio como los poetas que van a psicoanalizar sus poemas al psicoanálisis, mejor dicho, los poemas de los poetas le cuestan mucho más trabajo al psicoanálisis que el delirio del psicótico.

 


Dibujo original de Miguel Oscar Menassa (D2526)

 

www.grupocero.org

 

SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA

Viene de Extensión Universitaria nº 123

-Master, dijo Catalina en los bordes más bajos de su voz, tienes que comenzar a preparar tu viaje de vuelta a Madrid y se soltó de su brazo y caminaba a su lado con la cabeza gacha.

El Master se quedó callado como cincuenta metros y después, le preguntó a Catalina:

-¿Qué pasa, acaso yo no quiero volver a Madrid? ¿Acaso hay alguien del grupo que no quiere volver a Madrid?

Catalina apuró el paso para que el Master no la alzanzara.

El Master caminaba y gesticulaba y de golpe le dijo:

-Ven aquí, putita misteriosa.

Catalina se detuvo para esperarlo, putita misteriosa, en boca del Master, era un verdadero halago.

Cuando él estuvo a medio metro de ella le preguntó, tranquilamente:

-¿A ver, nena, cuál es la catástrofe?

-Usted tiene que dar una conferencia en Madrid dentro de cuatro días y, aún, no hemos reservado el pasaje, y eso tiene alguna solución.

Y como Catalina se calló nuevamente, el Master le preguntó:

-¿Y qué es lo que pasa que no tiene solución?

Y Catalina, cambiando de tono, mostrando que eran varias las relaciones que mantenía con ese hombre, le dijo:

-Ella, tu mujer, no quiere volver a Madrid.

Si Catalina pensaba que el Master se iba a desmayar con la noticia, una vez más ese hombre de casi 60 años, volvería a sorprenderla. El Master dio exactamente siete pasos y tomando a Catalina por los hombros le preguntó:

-¿Y cuánto cuesta que Ella viva en Buenos Aires?

Catalina saliendo apenas del asombro se puso, rápidamente, a hacer cuentas y dijo en voz alta:

-Para que pueda mantener su ritmo actual de vida: Bailes, cenas, ropas, salidas, libros, paseos y algún que otro dinero que regalará o perderá aquí o allá...

-Sí ¿cuánto? interrumpió el Master y Catalina concluyó:

-Para seguir siendo Ella, unos 10.000 dólares mensuales.

-Bueno, dijo el Master, que Ella se quede en Buenos Aires, pero yo voy a dar mi conferencia a Madrid.

Y como Catalina seguía mirándolo muy callada, el Master la acercó cariñosamente a él y le dijo:

-Ella es una gran mujer, cualquier imbécil pagaría 10.000 dólares, por mes, para verla sonreír. Y esta vez el imbécil soy yo ¿entiendes?

-Sí, Jefe, contestó Catalina, a conseguir los 10.000 dólares mensuales para que Ella sonría en todas nosotras.

Entendí Jefe, ¿vio cómo entendí?

Era tanta la alegría de Catalina que el Master la besó repetidas veces en la boca y le dijo dos o tres veces:

-Gracias, gracias.

(Continuará)

Capítulo II de la novela "El sexo del amor"
Autor: Miguel Oscar Menassa

 

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